Apá, ya llegaron por ti
j

Diálogos

22 Ago, 2023
“Era un lunes por la noche, la madre y su hijo no tenían qué cenar. Alicia fue a la tienda de abarrotes de al lado y pidió queso chihuahua y tortillas de harina. Preguntó al dependiente si había visto a su marido, sólo le dijeron: ¡Se fue con los que siempre se junta!”

Cuento: Tercer lugar

Por: Gerardo Anceno Olivares

 

–Y, ¿tu padre no ha llegado, Samuel? –dijo Alicia a su hijo que se encontraba jugando en el piso de la sala. –No, amá, vinieron por él –contestó.

Era un lunes por la noche, la madre y su hijo no tenían qué cenar. Alicia fue a la tienda de abarrotes de al lado y pidió queso chihuahua y tortillas de harina. Preguntó al dependiente si había visto a su marido, sólo le dijeron: “Se fue con los que siempre se junta.” La mujer hizo quesadillas. Le preocupaba que no hubiera quién llevara a la escuela a su niño, hacía mucho frío para irse caminando o en camión. Ella no sabía manejar y entraba muy temprano a la fábrica.

En la madrugada los despertó un sonido, como si hubiera azotado un tronco. Alicia corrió a la habitación de su hijo y cerró la puerta con seguro. Desde la planta baja se escuchaba el crispar de un encendedor, ruidos de bolsas, sillas arrastradas. Después unos pasos pesados que subían la escalera, balbuceos guturales de hombre. “A la ver… Me pelan la verg… Todos, pinche vieja cochina, tiene un desmadre, ese pinche chamaco”, decía el padre, que recién llegaba borracho. Alicia prefirió pasar la noche con su hijo. Los ronquidos de una bestia resonaron hasta que se hizo de día.

–Samuelito, hoy no irás a la escuela, te puedes quedar en la casa, cuídate mucho, ya me voy a trabajar. No hagas ruido para que no despiertes a tu papi.

El Pollo, como le decían al papá de Samuel por ser güero y narizón, tenía cinco meses sin trabajar. Alicia mantenía el hogar con un salario mínimo de obrera en una maquila y estaba endeudada con toda su familia. Su esposo fingía salir a buscar empleo, no obstante, se la pasaba con sus amigos tomando, y cuando llegaba alcoholizado a su casa agredía a su familia con insultos y rompía cosas en sus ataques de furia. Había noches en que no llegaba, su única ocupación era llevar a su Samy a la primaria, cosa que a veces no cumplía. Todos los días pasaban por el Pollo en una camioneta y se desaparecía. Hacía un mes que su comportamiento había empeorado, ya no hablaba con nadie, se puso flaco, casi no comía y estaba irritable todo el tiempo. El poco tiempo que se quedaba en casa veía en la televisión programas sobre crímenes en Id Discovery, o se tomaba una caguama escuchando música de banda y narcocorridos. Quienes iban por él no tenían rostro, eran siluetas negras con gafas de sol y con pantalón de mezclilla; sólo tocaban el claxon y el padre se les unía.

Cuando Samuelito despertó vio a su padre a través de una sábana traslúcida que servía como puerta en el cuarto del matrimonio, observó que éste sacó una bombilla de cristal de su cajón que luego calentó con un mechero, y de después inhaló un humo blanco. El niño continúo viendo de soslayo esa escena, cuando empujó sin querer una lámpara. El Pollo notó el ruido y fue hacia el niño; traía los párpados muy abiertos, la boca reseca: “Qué chingados estás haciendo aquí, qué tu mamá no fue para llevarte a la escuela. Pinche vieja inútil.” Samuel temió una golpiza, no reconocía a su padre, le parecía otra persona, u otra cosa. El hombre le dio la espalda y se fue.

Samuelito urdió un plan. Como le daba miedo que su padre estuviera tanto tiempo viendo esos programas sobre asesinatos y feminicidios sin resolver, decidió cortar de raíz el problema. Tomó unas tijeras y cercenó el cable de corriente que conectaba la pequeña televisión de sus papás. Como su mamá siempre estaba trabajando ni la utilizaba, no se daría cuenta.

Pasaron tres días y el Pollo aún no regresaba. La madre enseñó a Samuel a irse solo a la escuela: Le indicó que camión tomar. Estaban preocupados, pero a la vez alegres, porque nadie perturbaba la paz del hogar. Nadie encendió el televisor.

Una mañana que amaneció muy fría, las fuentes de las plazas se congelaron, cayó aguanieve, los termómetros marcaban bajo cero; en la radio dijeron que se habían suspendido las clases. Samuelito se alegró porque podría quedarse dormido un rato más y jugar con sus soldaditos. Y Alicia salió a trabajar a pesar del clima.

Samuel aprovechó el día, comió la avena tibia que le dejó su mamá, acomodó sus soldados de plástico en fila para que pelearan con sus dinosaurios de juguetes. Hizo travesuras en el armario de sus papás, usó las camisas de su padre y se veía en el espejo, le robó unos cigarros para actuar como adulto. También bromeó con un vestido de florecitas de su mamá. El día se le hizo breve.

 

Se metió el sol, ya había pasado una hora de la que acostumbraba a llegar su mamá del trabajo. El niño se puso ansioso, no había comido más que el plato de avena; improvisó un pedazo de pan de caja con lo que había en el refrigerador: mostaza, cátsup y un pedazo de aguacate oscurecido. No tenía cómo llamar a su mamá para tranquilizarse, sin teléfono.

De pronto escuchó un ruido de motor con música todo volumen. Era su padre y las siluetas negras. El tipo abrió la puerta; Samuelito tuvo miedo de que se diera cuenta de su travesura con la televisión y se subió a su cuarto, luego se hizo el dormido. Escuchó las pisadas, un aroma a alcohol con químico y tabaco. Su padre entró por él y le dijo: “Ándale, mijo, ven con tu padre te voy a llevar a cenar unos tacos tan siquiera, ya que la huevona de tu madre de seguro ni te dio de tragar, ha de andar de puta por ahí.”

Se subieron a la carcacha que tenían casi abandonada en el pequeño estacionamiento de la casita. En el camino no se dijeron ninguna palabra. Estuvieron como tres horas en la carretera, a Samuel le daba miedo la velocidad con la que manejaba su papá y preguntar a dónde iban. El Pollo se estacionó cerca de un ejido en la salida de Agua Prieta: “Vente, Samy, vamos a mear.” El pequeño se bajó, y cuando se sacó el pene para orinar, volteó y notó que su padre lo estaba abandonando. Corrió detrás del Century Buick 90, sin éxito.

Alicia nunca regresó de trabajar tampoco.

Categorías: Diálogos
Etiquetas:

Quizá también te interese leer…

El día en que la música volvió a morir: 18 años sin Dimebag Darrell

El día en que la música volvió a morir: 18 años sin Dimebag Darrell

“La noche del 8 de diciembre de 2004 en el club Alrosa Villa, ubicado en Columbus, Ohio, lugar donde Damageplan se presentaría a tocar como parte de la gira promocional de su álbum debut Nathan Gale, un exmarine de 25 años, antiguo fan de Pantera y con antecedentes de esquizofrenia, subió al escenario donde la banda se encontraba tocando y disparó a quemarropa a Dimebag Darrell, quien falleció a la edad de 38 años.”

Humanos

Humanos

“En la conferencia de prensa los periodistas se encontraban ansiosos por conocer la historia de ‘Humanos en cosméticos’. Ya no había manera de defender al empresario, todo se había vuelto perturbador como el inicio del caso.”

Un viaje de autodescubrimiento y aprendizaje en Abu Dhabi: GMC

Un viaje de autodescubrimiento y aprendizaje en Abu Dhabi: GMC

“La sed y entusiasmo por hacer contenido escrito y audiovisual está presente en cada rincón del Abu Dhabi National Exhibitions Company (ADNEC). Es el lugar ideal para conocer sobre la manera en cómo se realiza periodismo en todo el mundo, permitiendo cuestionar qué es lo que hace falta en México para conseguir productos de calidad, serios y veraces.”

La pluma que dicta el desarrollo de la obra de Márquez

La pluma que dicta el desarrollo de la obra de Márquez

“El lenguaje es, en sí mismo, lenguaje si cumple con la función de comunicar y puede ser compartido, pero, sobre todo, entendido por los demás. Gabriel García Márquez no hace más que proclamar este argumento en sus relatos, haciendo énfasis en El otoño del patriarca, que sin duda es una de sus novelas más complejas para su entendimiento.”

El mercado como sostén de la economía

El mercado como sostén de la economía

“Este negocio es, sobre todo, para darle una educación a mis hijos, para brindarle a mi familia tranquilidad y seguridad con mi trabajo”: Juan Cuevas, comerciante del Mercado América de Naucalpan de Juárez.

Obsesión

Obsesión

“Tictac. Mi mente no deja de darme vueltas desde que lo conozco. Siempre he intentado llamar su atención. Usaba la falda del uniforme corta, intentaba que me tocara cada dos por tres y eso nunca funcionó. Tictac. Deberé hacer algo que va completamente en contra de mis principios.”