— César Cárdenas
Cd. de México (30 marzo 2022).
Bantú vivía en el Zoológico de Chapultepec, a cargo del personal veterinario y administrativo, a quienes les otorgó, gracias a un seguro de vida, un millón 215 mil pesos.
Las fotografías de su autopsia son escalofriantes; son las pruebas de una masacre, que le quitó parte del rostro y le despojó de todas sus extremidades. Expertos alegaron que ese era el procedimiento, pero lo que estaba fuera de toda regla era la cantidad de antagonista (sustancia que revierte los efectos de los anestésicos) que se le suministró para su traslado a Guadalajara, donde sería sometido a procesos de apareamiento.
El cuerpo fue incinerado de inmediato, los resultados de la necropsia son poco concluyentes y el caso se encuentra archivado.
El zoológico Alfonso Herrera presentó, entre 2013 y 2019, 2 mil 232 defunciones animales sin causa aparente y, solo en 2013, fallecieron en sus hábitats 400 teporingos.
Sin lugar a dudas, tenía que visitar el recinto para percatarme del estado actual de los animales (más allá de sus remodelaciones carentes de transparencia). Al entrar, pude observar, antes que nada, jaulas vacías, muchas de ellas sucias, mal acondicionadas y con poco espacio para que los especímenes corran y se sientan cómodos.
Lejano a lo que Arreola describió en su Bestiario, estos animales están despojados de su majestuosidad. Pude ver tristeza, cansancio, letargo y agotamiento profundo en sus ojos.
Demasiadas personas los asedian a través de los cristales y pocas les asisten día con día.
En un estado, prácticamente, de abandono, en cuanto al tema animal, el zoológico es un asunto urgente dentro de la agenda capitalina, que debe considerarse entre los gastos prioritarios del presupuesto.
Además de todo lo anterior, tengo, como todos los capitalinos, un vínculo especial con el lugar, una pléyade de recuerdos imborrables, momentos e instantes de infancia que regresan a mí cuando percibo los aromas y sentires característicos del lugar. Cubro el tópico en mi trabajo final, porque creo en la justicia, en la cámara/ballesta y en los ideales de visibilización periodística que pueden auxiliar a seres en condiciones paupérrimas. Miserable es la mejor palabra, sin duda, para describir la situación que presenta este espacio chilango.