Taciturno
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Diálogos

4 Jul, 2025
La competencia entre homeless para tirar la basura se vuelve un reto, en donde el menos ebrio o crudo que se levante a las siete de la mañana logra hacer más dinero que los demás.

Aniversario 76 de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García

Certamen de Géneros Periodísticos, Fotografía, Audiovisuales y Cuento

Ruidos en toda la habitación emanaban del interior y exterior a cualquier hora del día. Chicano, quien es el huésped de la morada peculiar, ya que es una edificación del gobierno y como es común, el trabajo está a medias, la construcción está privada de luz, agua, seguridad, puertas y ventanas.

La rutina de Chicano dependía de los mililitros de su licor de caña.

–¡Ay qué maldición!, esta botella de Caña de Oro sólo me duró dos noches –exclamó Chicano a las tres y media de la madrugada.

A pesar de no tener algún dispositivo para ver la hora o el día, la rutina de la naturaleza y de los vecinos son sus indicadores principales para tener un poco de noción de la realidad que existe en su entorno.

–Bueno, al menos ya tiene como 20 minutos que dejaron de pasar las motos, entonces son como las cuatro de la madrugada, es la hora perfecta para dormir, la calle tiene un melodioso silencio que me dejará dormir mínimo por una hora.

“¡Talán, tolón, talán, tolón!” La tercera alarma del día de Chicano: la campana del camión de la basura, que comúnmente pasa a las siete de la mañana, excepto los domingos que pasa una hora después de lo habitual.

–¡Pero qué escándalo! Si tan sólo tuviera chupe, me curaría la cruda y me volvería empedar para dormir hasta la tarde –gruñó. –“¡Talán, tolón, talán, tolón!” –¡Ya voy, ya voy!” –gritó.

Los locatarios y vecinos, cuando veían a Chicano, le encargaban llevar la basura al camión para que se ganara unos pesos. La competencia entre homeless para tirar la basura se vuelve un reto, en donde el menos ebrio o crudo que se levante a las siete de la mañana logra hacer más dinero que los demás.

Para la suerte de Chicano, en la quinta vuelta ya tenía para un litro de Caña de Oro, la cual mínimo le debe durar cuatro noches (tomando en cuenta que el medio litro le duró dos noches).

–Buenas tardes, don Raúl. Véndame un kilo de caña bañada en oro, por favor –le habló en voz alta.

–Cómo que buenas tardes, si son las ocho y media de la mañana, y dejan de ser buenas cuando tú vienes –le respondió don Raúl.

–¡Uy! Ya divórciate de tu mujer. ¿Yo qué culpa tengo que desde la cama ya estés de malas? –le contestó.

–Además, trabajador ni que nada, no viniste dos días seguidos y tenía que mandarte a algunos lados. En fin, ten tu botella, son 48 pesos –dijo Raúl de mala gana.

–Gracias, mi estimado y amado amigo, y ¿a dónde me va a mandar? –preguntó Chicano.

–Pues tomando en cuenta cómo vienes y cómo te vas a poner con ese litro, no me queda más que mandarte a la chingada. Ya con la bebida en tu organismo, desobedeces y pierdes todo. Así que te veo hasta el domingo, si bien te va –contestó el tendero con un ademán.

En la misma esquina de la tienda de don Raúl se juntan los amigos de Chicano para beber y cotorrear (si se puede, todos los días), juntos conforman el Escuadrón de la muerte.

–¡Ey! ¿Qué pasó, chavos, por qué la cara larga, quién se murió o qué? ¡Ánimo! Que esta vez ahorré para la botella de litro –argumentó Chicano.

–Éstos sí son amigos, en verdad espero que tarde mucho en darte cirrosis o que de lo ebrio te caigas y te lastimes… Infinidad de cosas que sabes nos pueden pasar por llevar este maldito estilo de vida –dijo el más joven, aún con familia y casa, pero con tres años de cirrosis por tomar alcohol desde los 13 años. Tenía 27, a diferencia de Chicano, que en ese momento tenía 49.

–¡Ay! Si te contara cómo era mi vida a tu edad, no me lo creerías. Pero en fin… ¡Salud! –le respondió al joven con una mirada al cielo y unos ojos cristalinos llenos de recuerdos.

–¿Por qué luego usas ropa de cocinero, te la regalan o la encuentras en la basura? –preguntó el joven.

–Soy chef, y en mis mejores épocas he sido chef ejecutivo de los mejores restaurantes de la Ciudad de México –respondió Chicano.

–Cálmate, Chicano, ya estás ebrio, un chef de esos no vive como tú y tampoco beben lo que nosotros. Apenas llevamos la mitad de la botella y empiezas con tus cuentos chinos…

–La vida da muchas vueltas y si te la pasas de copa en copa, te mareas el doble; tú sigues joven, aprovecha el tiempo con tu familia, en especial con tu mamá, y si tienes esposa e hijos, no pierdas el tiempo como muchos que estamos aquí –le sugirió.

–Mejor ahí la dejamos, ya te vas a poner como mi familia, además, ya casi no hay chupe y dudo que saquen más –respondió el joven mientras caminaba a su casa.

–Y luego, ¿vamos a cooperar para otra o qué? –preguntó Chicano en voz alta.

–Va, pero la seguimos en el terreno donde duermes, porque la calle se pone muy pesada –comentó el más viejo del escuadrón, don Juan, quien la mayoría de su vida ha trabajó de herrero.

–Entonces, ¿cuánto juntamos entre todos? –preguntó Chicano. Los demás, mirando al suelo, movieron la cabeza de derecha a izquierda, dando a entender que ya no tenían dinero para comprar más.

–Mmm… Para eso me gustaban, el que no coopera no entra a mi casa, sólo a don Juan por viejo… A sus 72 años ya está cabrón que siga durmiendo en la calle –les dijo enojado.

–Gracias Chicano, a mí me queda un poco del dinero del bienestar, vamos por una botella y unos cigarros, ya para entrar a tu casa y no salir en un buen rato –dijo don Juan.

–¡Don Raúl, don Raúl! —gritó Chicano en la ventana donde despacha el señor de la tienda.

–¿Qué quieres, Chicano? Fiado no hay, cada vez te dura menos las botellas. Deja de invitarle a los demás –respondió molesto.

–¡Oh que la canción! Usted porque no tiene amigos, es un viejo solitario y amargado, tómese una cuba para que se relaje, además, traigo hasta para pagarle la risa. ¿Me puede vender una botella de su mejor licor de caña y cinco cigarros?, digo, si se puede, sino me voy a otra tienda, no crea que es el único –le contestó burlonamente.

–Ay, Chicano, Chicano… Por esa actitud apostaría que es la principal razón del porqué ahora vives así, pero bueno, cada quien; aquí está tu botella y cigarros. Son 73 pesos –le respondió.

“¡Brrrum, brrrum! ¡Tolón, talán! ¡Brrrum, brrrum! ¡Talán, tolón!”, pasaron desapercibidas las alarmas de Chicano por cuatro días, gracias a la tremenda borrachera que había agarrado el jueves.

–Pero qué carajo… ¿Qué es ese olor tan repugnante? De seguro murió otra ardilla. ¡Ay, qué caray! ¿Qué día será? –el olor es el principal motivo para que Chicano se levante a inspeccionar a su alrededor.

–Pero qué olerá tan feo… Lo sacaré para poder descansar en paz.

En la habitación oscura, nota un bulto de cobijas y cartones que decidió mover con un palo de escoba, ya que notaba y escuchaba ruidos de roedores.

–Malditas ratas. Las mataré. De seguro se están comiendo una ardilla o un perro muerto. Después de manipular mucho el bulto y correr a la mayoría de las ratas que lo rodeaban…

—¡Qué demonios! No lo puedo creer… ¿don Juan?

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