La literatura sociobiográfica
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Diálogos

20 Ago, 2024
La literatura de autoficción no es un género nuevo ni exclusivo de las mujeres. Una de las razones por las que se ha creído que se trata de un género femenino es porque existe una mayor tendencia por parte de las escritoras a mostrar su vulnerabilidad, pero también los escritores son capaces de revelar sucesos frágiles o dolorosos de su vida, para contar su historia.

Afines de 2022, me inscribí a un taller literario en el que era la única mujer. Tras varias sesiones, comencé a temer que los temas de mis textos no fuesen relevantes, dado que contaba algunos episodios de mi vida. Mis compañeros también, pero ellos relataban historias de drogas, sexo y violencia. En cambio, yo escribía sobre cómo me atravesaron las múltiples violencias, la maternidad y el desamor.

Al confesar ese miedo, un compañero expresó que mis escritos le recordaban a la narrativa de Annie Ernaux, la escritora francesa que recibió el Premio Nobel de Literatura ese mismo año. No la había leído, pero ese comentario me hizo perder la vergüenza de compartir los primeros capítulos de una novela corta. Así descubrí algo que ya leía, pero cuyo nombre desconocía: la literatura del yo o de autoficción.

Tras esa revelación, corrí a buscar los libros de Ernaux. Encontré primero “Pura pasión” y lo leí en una sentada. Me atrapó su historia de pasión erótica y desamor con un diplomático. Al momento de leerlo, atravesaba una ruptura y sentí que eso que yo llamaba amor, en realidad era pasión sexual, como lo que ella vive y lo analiza Vivian Gornick en los primeros dos capítulos de “Cuentas pendientes”. 

En ese libro, la escritora estadounidense realiza una serie de ensayos del yo al revisitar los libros que la marcaron y entrelazarlos con sus vivencias. Al hablar de “Hijos y amantes”, de D. H. Lawrence, refiere: “Pasión, pasión y más pasión: dura, mezquina, incontrolable; ni sensual ni romántica, sólo pasión sofocante, que se parece más a la guerra que al amor.” Así fue la pasión de Ernaux y la mía. 

Sin embargo, le damos un halo romántico al tratar esa pasión sexual como una pasión amorosa, como describe Gornick al hablar de las novelas de Colette: “Lo que acababa imponiéndose era la importancia, en manos de Colette, de la obsesión erótica, a la que, por supuesto, todas llamábamos ‘amor’.” Es así, como en las historias de mujeres de otros tiempos, países y contextos, nos encontramos.

Hace unos meses releí “Pura pasión” y puse más atención en lo que expresa sobre la escritura del yo: “Es posible que la obligación de contestar a preguntas del tipo ‘¿se trata de algo autobiográfico?’, de tener que justificarse por esto o por aquello, impida que libros de todo tipo salgan a la luz si no es en forma de novela, donde quedan a salvo las apariencias.”  Y con ello, tocó otra de mis inquietudes.

En diciembre del año pasado, se publicó una crónica que escribí sobre mi hermano, acerca de su relación con ficheras de zonas violentas en Iztapalapa. A pesar de que me autorizó escribirla y de que lo entrevisté para conocer su versión, más allá de mis recuerdos, al verla impresa se desató un fuerte conflicto, a tal grado que mi madre me prohibió contar cualquier hecho relacionado con la familia.

Sin embargo, es imposible narrar fragmentos de mi vida sin abordar sucesos en los que participan de forma directa o indirecta mis abuelos, padres, hermanos e hija, ya sea porque estuvieron en los hechos o porque los orígenes de mi historia se remontan a lo que vivieron, incluso antes de que naciera. Y me pregunté, ¿hasta dónde tengo derecho a exponer la vida de mi familia, si es parte de mi historia?

Pensaría que desde la literatura de autoficción puedo hacer lo que desee, que no pueden evitarlo y mucho menos demandarme, como amenazaron. Aunque cabe recordar que al escritor francés Emmanuel Carrère, su exesposa Helène Devynck lo obligó a cortar una parte de su novela “Yoga”, en la que el autor revela sucesos de su crisis depresiva y el final de su relación amorosa con la periodista. 

Ernaux habla sobre ello en la novela “El acontecimiento”, en la que cuenta el aborto clandestino que se realizó cuando estudiaba la universidad y aún era ilegal en Francia: “Me prohíbo escribir aquí sus nombres, porque no son personajes ficticios, sino seres reales.” Sin embargo, en la misma novela defiende su derecho a narrar su historia, sin importar lo que su familia, conocidos o lectores opinen. “Es posible que un relato como este provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo.”

Es por ello por lo que Ernaux denomina a su literatura sociobiográfica. Al recibir el Premio Nobel señaló en su discurso: “Este compromiso como prenda de mí misma en la escritura se apoya en la creencia, convertida en certeza, de que un libro puede contribuir a cambiar la vida personal, a romper la soledad de las cosas sufridas y enterradas, a pensar de otra manera. Cuando lo indecible sale a la luz, es político.”

Este concepto de literatura sociobiográfica es completamente innovador en las escrituras del yo, en las que encontramos la autobiografía, las memorias, los diarios y los testimonios. La autobiografía era un género masculino, destinado a contar la historia de los hombres que hicieron Historia: políticos, escritores y artistas. 

A las mujeres les estaban asignados los subgéneros íntimos: las cartas y los diarios, debido a que se consideraba que “las mujeres sólo podían escribir de su intimidad, porque no eran capaces de ir más lejos”. Es por ello que un concepto como el que enuncia Ernaux resulta tan relevante: partir del yo, para hablar del nosotros. No habla sólo de nosotras como mujeres, sino del género humano. 

Aunque también es cierto que la escritura del yo femenino devela, denuncia y problematiza aspectos de la vida que las mujeres vivimos de una forma particular, como la maternidad, el aborto o la decisión de ser o no madres; el acoso, el abuso y la violencia sexual; y la compleja relación madre e hija, entre otros. Gracias a ello contamos con libros como “El invencible verano de Liliana”, en el que Cristina Rivera Garza narra el feminicidio de su hermana; “El corazón del daño”, de María Negroni, y “Apegos feroces”, de Vivian Gornick, en los que cuentan la relación con su madre. 

En contraste, la literatura del yo no es un género femenino; desde siempre, muchos escritores cuentan fragmentos de su vida en novelas de autoficción. De hecho, fueron los hombres quienes empezaron a analizar este género literario, que aún genera polémica en nuestros días. En 1975, el ensayista Philippe Lejeune publicó “El pacto autobiográfico”. En 1977, el escritor Serge Doubrovsky acuñó el término autoficción. Y en 1990, el filósofo e historiador Georges Gusdorf fue el autor de “Las escrituras del yo”. Los tres de origen francés.

A lo largo de este texto reflexiono en tres inquietudes sobre la literatura del yo: ¿qué tan válido es publicar relatos sobre episodios autobiográficos?, ¿se tiene derecho a escribir sobre sucesos que involucren a la familia u otras personas cercanas?, y ¿es la literatura de autoficción un género femenino?

Considero que después de analizar las posturas de diversos escritores y especialistas en el tema, la literatura de autoficción no sólo es tan válida como cualquier otra, sino que además está en un auge interesante en este siglo, donde la cultura de la exposición personal en las redes sociales nos permite darle un marco más receptivo del que pudo tener en otras épocas.

Asimismo, se puede narrar el vínculo con personas que estén involucradas en la trama, siempre que sea desde literatura y se proteja –en la medida de lo posible– su identidad, mediante artificios como el cambio de nombre, las iniciales u otro recurso literario que impida que se afecte el derecho a la vida privada de los demás. Aun así, en algunos casos será complicado evitar que se descubra el nexo.

Por último, la literatura de autoficción no es un género nuevo ni exclusivo de las mujeres. Una de las razones por las que se ha creído que se trata de un género femenino es porque existe una mayor tendencia por parte de las escritoras a mostrar su vulnerabilidad, pero también los escritores son capaces de revelar sucesos frágiles o dolorosos de su vida, para contar su historia.

Bibliografía

–Càrrere, Emmanuel. “Yoga”. México. Anagrama, 2021.

–Cornier, Marguerite. Annie Ernaux. “Regreso a Yvetot”. España. KRK Ediciones, 2023.

–Ernaux, Annie. “El acontecimiento”. México. Tusquets, 2022.

–Ernaux, Annie. “Pura pasión”. México. Tusquets, 2022.

–Gornick, Vivian. “Cuentas pendientes”. México. Sexto Piso, 2009.

–Herbert, Julián. “Canción de tumba”. México. Random House Mondadori, 2013.

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