Entre el apoyo a la economía familiar y la deserción escolar
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Diálogos

30 Sep, 2022
“México ocupa el segundo lugar de estudiantes que dejan sus estudios en Latinoamérica. El pronóstico es de 628 mil niñas, niños y adolescentes en situación de abandono de su aprendizaje de nivel básico; no obstante, las estimaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) señalan que la cifra podría ascender a 800 mil casos.”

Reportaje

Por María Fernanda Antúnez Toscana

El trabajo infantil es una práctica con siglos de antigüedad que ha perdurado hasta nuestros días en México y en el mundo. A nivel mundial trabajan cerca de 160 millones de niñas, niños y adolescentes, de acuerdo con estimaciones actualizadas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), quienes también evaluaron que bajo el impacto de la pandemia por Covid-19, 8.9 millones de infancias y juventudes se encontrarán en estas condiciones a finales de 2022.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indican que en México actualmente hay 3.3 millones de infantes y jóvenes de entre cinco y 17 años laborando, aunque por los efectos de la pandemia estas cifras no son precisas.

La mayoría de las cuantificaciones tienen lagunas debido a los escenarios de la informalidad, en los que es complejo realizar una contabilidad absoluta de los casos. No obstante, las entidades que concentran el mayor porcentaje de trabajo infantil son Oaxaca, Puebla, Chiapas, Michoacán y San Luis Potosí.

Respecto de la informalidad laboral, cabe mencionar que este es un sector en el que las relaciones de trabajo se caracterizan por operar en desapego con la ley, por tanto, no se tiene acceso a los derechos y beneficios más básicos. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2022 reveló que en la República mexicana 55.7% de la población labora en la informalidad.

Este informe indicó que son las mujeres quienes están más expuestas a condiciones de informalidad con 56.8%, mientras que los hombres –que padecen estas condiciones laborales– ocupan 55.1% del total.

En el actual contexto mexicano, el empleo informal es una de las expresiones laborales de mayor crecimiento en rubros como la agricultura, el turismo, microempresas textiles, el servicio doméstico y, por supuesto, el comercio minorista.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) señaló que es precisamente el comercio uno de los sectores donde más se concentró la mano de obra laboral, en el que se agrupó 19% de la población empleada, además de tener gran repercusión en el mercado laboral.

En relación con la duración de las jornadas laborales, estas oscilan entre 35 y 48 horas semanales, aunque gran parte de la población que ejerce el comercio informal aumenta sus horarios de trabajo para generar mayores ganancias.

Los contextos de pobreza, carencias de recursos económicos e inseguridad social orillan a las familias mexicanas a una reorganización con todos los miembros que la conforman, de modo que puedan llevar el sustento al hogar. Asimismo, la inaccesibilidad a la educación, falta de motivación para continuar con los estudios o, por el contrario, la búsqueda de medios para seguir formándose académicamente y las secuelas pospandémicas, suelen ser los principales factores y causantes, entre otros, del trabajo infantil.

Sobre el salario que reciben los menores, la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil 2019 –que por cierto ha sido la última actualización de este fenómeno social– señaló que de los niños, niñas y adolescentes que laboran, casi la mitad recibe un salario mínimo, seguido de los que no reciben ninguno; donde la mayoría de ellos trabaja en la esfera familiar.

“Trabajo con mi mamá toda la semana después de clases y me gusta ayudar en el negocio familiar, porque además me sirve para la escuela con las matemáticas… Mi mamá me dice que así aprendo lo difícil que es ganarse el dinero”, señaló Fátima Abigail, de 12 años, hija de madre soltera y vendedora de ropa en tianguis del Estado de México. La pequeña forma parte de la larga lista de infantes que tuvieron que comenzar a apoyar en casa tras la aparición de la pandemia y la crisis económica que esta trajo consigo.

Fátima aseguró que durante el confinamiento su aprendizaje fue deficiente y que ha representado un gran reto para ella ponerse al corriente en la escuela ahora que se retomaron las clases presenciales. Problemática a la que se enfrentan millones de niños y adolescentes en el país.

México ocupa el segundo lugar de estudiantes que dejan sus estudios en Latinoamérica. El pronóstico es de 628 mil niñas, niños y adolescentes en situación de abandono de su aprendizaje de nivel básico; no obstante, las estimaciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) señalan que la cifra podría ascender a 800 mil casos.

La exsecretaria de la SEP, Delfina Gómez Álvarez, había informado que tan solo a principios de 2022 se detectó la renuncia de cerca de 270 mil alumnos de estudios básicos; 97 mil de primaria y 173 mil de secundaria. El Estado de México ocupa el primer lugar a nivel nacional en deserción escolar de las infancias y juventudes al registrar 196 mil 200 estudiantes en estas condiciones.

Foto © Anadolu

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Mayor comprensión del fenómeno

La mayoría de los estudiantes que abandonan sus estudios comienza a trabajar de tiempo completo, lo cual además de ser ilegal, los expone a desempeñarse en ambientes poco favorables que inciten al trabajo infantil por debajo de la edad mínima permitida.

Aun así, se reconoce que algunos trabajos realizados a una edad y tiempo determinados son positivos para el desarrollo de los niños. Sin embargo, existen otros que afectan su desarrollo físico, psicológico y emocional. Por ello es pertinente mencionar que el mundo laboral en donde se desenvuelven las niñas, niños y adolescentes se divide en tres categorías.

La primera de ellas recae en los “trabajos formativos” y son todas aquellas actividades que se pueden realizar como forma de apoyo por parte del infante a su economía familiar, o incluso, para obtener dinero que les permita adquirir bienes y servicios de su interés; pero no se ve afectada su escolarización y con el tiempo estos empleos son positivos para su desarrollo social en la vida adulta. Aquí se tienen contempladas tanto labores en el sector formal como en el informal, con pago remunerado o en especie, dentro o fuera de la esfera familiar.

La segunda categoría implica el “trabajo infantil como problemática” y en estas están involucradas las actividades económicas perjudiciales para que los infantes y adolescentes se desarrollen integralmente. Es decir, los priva de vivir dignamente y al máximo potencial sus etapas, lo que termina por mermar su crecimiento y afectar su bienestar físico, mental y psicológico, o interferir con su escolarización al no asistir a clases y continuar con sus estudios, o la interrupción de sus jornadas escolares.

De igual forma, se toma en cuenta la combinación de cargas de trabajo pesadas con educación, lo cual obviamente repercute en su rendimiento, además de realizarse por debajo de la edad mínima establecida legalmente.

En ese sentido, la legislación mexicana dicta que la edad mínima para laborar es de 15 años. Asimismo, no se podrá emplear a jóvenes que no hayan concluido la educación básica obligatoria, la cual comprende preescolar, primaria y secundaria.

La Ley Federal de Trabajo, específicamente en el artículo 23, también estipula que el trabajo de los menores deberá ser vigilado por autoridades federales y locales, además de recibir un certificado médico que pruebe sus aptitudes para el empleo.

Respecto de las jornadas laborales, estas no deberán exceder las seis horas diarias y queda estrictamente prohibido que los jóvenes trabajen a altas horas de la noche en ambientes donde haya alcohol presente como antros o cantinas; tampoco deberán desempeñarse en actividades relacionadas con la industria de la construcción.

En la tercera categoría nos encontramos con las “peores formas de trabajo infantil”, en donde se incorporan todas las prácticas análogas a la esclavitud como: la venta y trata de adolescentes e infantes; servidumbre por deudas; circunstancias insalubres; condiciones de riesgo en alturas peligrosas o confinamiento; además de actividades con maquinaria pesada; condiciones de trabajo forzoso; donde se incluye el reclutamiento obligatorio de niños y niñas para ser utilizados en conflictos armados.

También se incorpora en esta categoría la utilización, el reclutamiento u oferta de infantes con fines de explotación sexual, incluida la producción de pornografía. Igualmente, el uso de niñas, niños y adolescentes en la realización de actividades ilícitas y crímenes como robo, secuestros, venta de órganos, tráfico de estupefacientes y actividades que por su naturaleza dañan la salud, seguridad y moralidad de los menores.

 

Acciones y medida

La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño de 1989 reconoce el derecho del menor de estar protegido de la explotación económica; específicamente de cualquier trabajo que pueda ser peligroso, que entorpezca su educación o que resulte nocivo para su salud y progreso físico, mental, social, moral y espiritual.

En la República mexicana está vigente el “plan de trabajo” de la Comisión Intersecretarial para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y la Protección de Adolescentes Trabajadores en Edad Permitida; no obstante, todavía no existe una reforma legislativa que erradique por completo el trabajo infantil.

La OIT ya había mencionado que para 2025 nuestro país debería haber eliminado esta problemática social. En ese sentido, México fue uno de los países que firmó la ratificación del Convenio 138 de la OIT, donde precisamente las naciones firmantes se comprometieron a crear una política nacional eficiente que asegure la abolición del trabajo de las infancias.

Sin embargo, la eliminación del Trabajo Infantil en un país como el nuestro no es nada sencillo, no al menos con los índices de pobreza tan altos y la tasa de desempleo que incrementa día con día.

Las causas de este fenómeno social son diversas: escasez de dinero en casa, deserción escolar por falta de motivación del entorno familiar o carencia de recursos económicos y condiciones de explotación laboral por medio de un tercero.

Mónica Salazar, fundadora y directora general de la asociación civil Dignificando el Trabajo, argumenta que es indispensable analizar a profundidad el contexto en el cual viven cada uno de los niños, niñas y adolescentes que laboran día a día en nuestro país.

“La ley mexicana es muy inflexible; por ejemplo, ves a un niño vendiendo dulces o trabajando en la calle con sus papás en un semáforo y la gente dice es una tremenda irresponsabilidad, explotación, entonces van y denuncian. Luego llega el DIF, se lo lleva y entonces sí que se ve más vulnerado el menor… Necesitamos empaparnos del contexto, de cada una de las historias y no pretender aplicar las leyes a todos por igual, por supuesto que esto no aplica en casos de “peores formas de trabajo infantil”, precisó Salazar.

El futuro de la erradicación del Trabajo Infantil consiste primeramente en concientizar a los tres niveles de gobierno, el sector privado y la sociedad en general sobre los derechos laborales como derechos humanos. De la misma manera, será indispensable la promoción de mecanismos eficientes de denuncia en conjunto con la apropiada inspección del fenómeno, sin olvidar integrar verdaderas acciones enfocadas en la protección social de los niños, niñas y adolescentes, las cuales también garanticen su fácil acceso a la educación.

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