Crónica: tercer lugar
Por: María Fernanda Martínez Núñez
Bajo el sol ardiente característico de abril, miles de personas se encuentran tomando una michelada, rusa o refresco para ahuyentar el calor. A pesar de que el clima esté a 31ºC, niños y niñas se encuentran emocionados de subirse a los juegos mecánicos –me voy a subir al rock and roll –dice un niño de aproximadamente 8 años, –no porque vas a volver a vomitar –le reprocha la hermana mayor.
Después de dos años en los cuales la gente de Aguascalientes no experimentó la tan renombrada Feria Nacional de San Marcos (FNSM), tanto turistas como habitantes se encuentran descarrilados. Apenas se avanza un metro y se encuentra a una persona totalmente ahogada de alcohol y otras sustancias cuya legalidad resulta a todas luces dudosa.
Caminar en la Explanada San Marcos en “días de feria”, es un reto que pocos dominan. Los cientos de asistentes arrastran al transeúnte, al punto que la misma corriente de personas te lleva a cualquier lugar, menos al sitio al que quería. Es justo en esa explanada donde se concentra la mayor parte de la actividad para los adultos: la zona de antros, los puestos de licuachelas, margaritas y las famosas bombas de Calvillo, donde Don Chuy prepara una bebida alcohólica que solo Dios sabe que contiene.
“En un solo día, cuando fui a ver Intocable al Foro de las Estrellas, gasté mil 700 pesos; solo compré un par de micheladas y unas margaritas en Favela”, me comentó Montserrat. De acuerdo con la hidrocálida de 21 años, en una salida al antro gasta en promedio 600 pesos cuando no es temporada de feria.
“Para Aguascalientes, la verbena abrileña representa uno de los motores principales de la economía. En 2019, antes de la pandemia, se percibió una derrama económica de más de 9 mil 500 millones de pesos. Asimismo, el sector turístico se vio beneficiado con el acogimiento de 8 mil 200 millones de visitas, según el expresidente honorífico del Patronato”, Jorge López Martín.
Para todos los turistas y locales es casi un pecado no ir al corazón olvidado de la fiesta más grande de América Latina: el Barrio de San Marcos. Para llegar hay dos opciones, la segura que es ir por el centro y llegar por la parte de atrás o dejarse arrastrar por la corriente de personas.
Ignorado por la mayoría de feriantes, el Barrio de San Marcos, es la cuna de la Feria Nacional de San Marcos. Hace 192 años la fiesta se desarrollaba únicamente en el cuadrante que consta de la Iglesia, el jardín con sus característicos arcos y la pequeña plaza de toros, que hoy se encuentra con mensajes antitaurinos por toda la pared.
Sin embargo, hoy el cuadrante del Barrio de San Marcos se encuentra prácticamente vacío y solo unos cuantos se pasean por aquel jardín, tan romántico que parece sacado de una película. Únicamente los ancianos, parecen apreciar la arquitectura, los árboles y las ardillas que aquellos con buen ojo pueden observar. Aunque también puede ser que los más viejos prefieran ir al Jardín porque pueden disfrutar de bailes con los cuales se transportan a su juventud.
–Los jóvenes de ahora no se saben divertir’ –dijo Don Chava, quien estaba sentado en una banca dentro del jardín mientras disfrutaba una chasca del emblemático puesto Héctor. “Antes le pedías permiso a la muchacha que te gustaba para bailar y le comprabas un helado del AS, ahorita solo piensan en bailar esas canciones horribles que no se entienden.”
Estando en el perímetro ferial los precios de la comida, bebida o cualquier snack tienen un precio desproporcionadamente alto. Comer en uno de los restaurantes que se encuentran en otras zonas de la ciudad, como las Costillas de Sancho o El Garufa puede llegar a costar hasta dos veces más caro que en los restaurantes fuera del perímetro ferial. Sin embargo, para muchos hidrocálidos es un mandato comer en la feria en La Majada, restaurante especializado en cabrito.
Por eso, es preferible comer en la Isla San Marcos, aunque para llegar hay que recorrer a pie un kilómetro y medio aproximadamente y después tomar un camión urbano para evitar quemaduras del sol. Así habrá que sumergirse en el mar de gente, e ir cuesta abajo, con el inevitable olor a una mezcla de cigarro y alcohol.
Justo en la intersección de Segundo Anillo y el Boulevard San Marcos hay un camión que por 12 pesos lleva a la Isla. La espera no es de más de 10 minutos, a pesar de que en la fila hay, por lo regular, unas 40 personas.
Una vez en la Isla, las opciones para comer eran interminables, tacos, enchiladas, hamburguesas, hot dog e incluso (por extraño que parezca) hot cakes. Tres tacos y un agua de Jamaica tendrán un costo de 160 pesos; la propina –como en la mayoría de los establecimientos en el perímetro ferial– es cargada automáticamente, sin siquiera preguntar.
Dentro de la Isla se pueden hacer una, infinidad de cosas, ver las charreadas, subirse a los juegos mecánicos, entrar a la expo agrónoma o a la expo ganadera. Esta última consta de al menos cinco filas llenas de vacas, borregos y chivos, los cuales están en exhibición y unos cuantos en venta.
Al llegar a la Mega Valeria, el olor a expo ganadera es inconfundible, es una mezcla de heces y los olores propios del ganado de la región. Sin embargo, cientos de familias pasean y aprecian a los animales, esperando con ansia el anuncio de los premiados, de acuerdo con sus respectivas categorías.
A unos cuantos pasos, se encontraba el área de juegos, la cual ha cambiado drásticamente en los últimos años. Ya no se ubica en el Boulevard San Marcos; ahora se extiende en casi toda la Isla. Muchos de los juegos se repetían con el fin de dar abasto a la demanda y los precios continuaban incrementando año con año.
Los niños corrían de un juego a otro, parecía que no se daban abasto de las mareadas que ocasionan los juegos inestables de Atracciones García. Un niño de 10 años más o menos le dijo al borde del llanto a su madre: “Quiero ir al Speedy”, una montaña rusa que como su nombre lo dice va a alta velocidad y no dura más de 10 segundos. “No, eres muy pequeño, vamos a la oruga.”
Conforme la noche llega, cada uno de los juegos prenden sus luces y las filas se hacen más largas. –Me gusta más venir en la noche –dijo Sofía, una joven de 16 años que por primera vez iba a la feria con sus amigas sin la supervisión de un adulto. “Subirme a los juegos con las luces me hace sentir en una película de Netflix.”
Si bien, la verbena abrileña es un lugar ideal para tomar con amigos a cualquier hora del día, lo cierto es que hay muchas actividades que se pueden disfrutar en familia. Las risas de niños y niñas en la zona de juegos mecánicos y la cara de las madres y padres de familia que ven disfrutar a sus hijos de atracciones que raramente pueden utilizar es invaluable.
Poder conocer más a fondo los procesos agrícolas, ganaderos e industriales permiten apreciar más el trabajo de miles de hidrocálidos que hacen día a día. Lo cierto es que la Feria Nacional de San Marcos es una celebración al Estado, una celebración a lo que es ser hidrocálido.