It: enfermedad, pueblo y fuerza visceral
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Diálogos

31 Mar, 2022
“It no es un hombre lobo, un pájaro gigante o una araña mediocremente animada, sino el mal encarnado, la suma de todas nuestras pesadillas y la energía negativa total.”

 

POR: CÉSAR CÁRDENAS

Es humanamente improbable adaptar con ciega fidelidad una obra literaria mayor a las mil páginas, con una cantidad importante de episodios censurables (entre los que se encuentran orgías con menores de edad, abuso infantil, racismo y homofobia) y un apartado visual difícil de equiparar, sino se cuenta con presupuestos estelares hollywoodenses. La descripción pertenece aIt, la novela del escritor norteamericano Stephen King, que vio la pantalla chica por primera y única ocasión en 1990, con Tommy Lee Wallace a la cabeza y Tim Curry en el traje de Pennywise,el ente circense sanguinario.

Con una trama aparentemente sencilla, los eventos de It nos llevan a Derry, un pequeño pueblo conservador de Maine que alberga las historias de siete preadolescentes yanquis (agrupados en el club de los perdedores) que vivirán el terror a través del acoso incesante de It,el antagonista extraterrestre cambiaformasque percibe las pesadillas más espeluznantes de sus víctimas y las utiliza para alimentar su sed de miedo, la sustancia que le mantiene vivo.

Cada 30 años, aproximadamente,It sale de su periodo de hibernación para cazar niños (le gustan más porque sienten de una manera distinta el terror, lo hacen suyo, lo integran a su rutina y se paralizan sin más al ver cosas inhumanas) y casi siempre, utiliza su máscara favorita: la de Pennywise, el payaso que atemorizó a los niños noventeros y no les dejó dormir durante varias noches seguidas.

Escenas memorables surgen de esta adaptación, como aquella en la que Itsale del drenaje de los baños escolares para visitar a uno de los perdedores, o cuando se funde en un beso tramposo con Ben o la secuencia clásica en la cual Itinteractúa con el pequeño Georgie, hermano menor de Bill Denbrough, el líder, creo yo, de los perdedores. Pero más allá del ejemplo y de la memoria colectiva que forjó esta miniserie televisiva, quisiera plantear el problema deIt,no como monstruo, sino como conjunto de significados existenciales.

Foto: © Pinterest

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Sobre las dos adaptaciones cinematográficas dirigidas por Andrés Muschietti, puedo decir que tienen problemas similares a la miniserie noventera; aunque les separa algo vital: efectos especiales. Mucha gente argumentó que el final de la miniserie era terrible, con It,utilizando sus habilidades de transformación, convertido en una araña gigante y una pelea final bastante sosa. Por supuesto las nuevas películas supusieron un aliciente en cuanto a lo que podían hacer en el apartado visual, pero persiste un problema general que parece no querer desarraigarse de la historia.

En el entendido de que la extensión del libro es un impedimento para contar este relato de forma íntegra, los directores y productores han decidido mezclar lo mejor de dos partes: la infancia y la adultez. El recorrido con los perdedores, en la novela, es una suerte de memoria progresiva; mientras Mike Hanlon, el único que se quedó en Derry tras el episodio con It,llama a los otros seis, ellos rememoran sus desencuentros infantiles y lo que tuvieron que atravesar para salir vivos del pueblo. En este entrepaño memorístico, puedo acomodar la promesa, hecha con sangre por los siete luego de su primera batalla parcialmente exitosa contra It.

En la dupla de adaptaciones más recientes, se optó por repartir los años de niñez en la primera parte y dejar el enfrentamiento final y definitivo para la segunda entrega. La miniserie mantiene los flashbacks, y eso se agradece en cuestión de ritmo y fluidez, pero deja al descubierto el problema del que antes hablé: el descuido de las personalidades adultas. Creo firmemente que en ambos casos (1990 y 2019), los adultos tienen un humor forzado, se sienten rígidos al estar juntos, no terminan de cuadrar en el plano de equipo y como familia, están huecos.

Contrario a ello, a los niños les fue bastante bien, hay representaciones sinceras y analizadas a profundidad que imprimen en el espectador un sentimiento de transparencia y de nobleza verídica. Pero, regreso al punto, ese no es el objetivo de mi análisis, sino It.Como se da a entender en las escenas de batalla de la miniserie, al final del día, lo que interesa no es el payaso, sino aquello que coexiste detrás de él: las luces de la muerte.

It no es un hombre lobo, un pájaro gigante o una araña mediocremente animada, sino el mal encarnado, la suma de todas nuestras pesadillas y la energía negativa total. Fuera del maquillaje, Itestá íntimamente conectado con Derry.

Todo el mundo está en constante disputa con el vecino gracias a un padecimiento irremediable; la que denomino: enfermedad Derry; pareciera que nadie es consciente del daño que provoca o del que a su alrededor se suscita y ello se refleja con facilidad en las adaptaciones, con personajes como el padre de Beverly, la única mujer entre los perdedores, que tiene un historial monstruoso de abuso físico y mental hacia su hija o en los “testigos” que hacen como que no ven los maleficios contra los niños.

Claro está que, aunque el payaso solo es la cereza del pastel, no cualquiera puede interpretarlo. Destaco la actuación burlesca de Tim Curry, quien nos regaló a un Pennywise robusto, que porta un traje que desentona en lo absoluto con su personalidad psicópata y que gesticula con maestría cada una de sus escenas.

Es entonces, con estas ideas, que la miniserie me parece, no superior, pero sí legendaria. Sería increíblemente aburrido observar una copia exacta de lo que el libro cuenta y por ello, en el caso noventero de It, podemos observar influencias de la época de oro del subgénero slasher,aunque con un trabajo de mayor profundidad (décadas antes, en 1978 John Carpenter estrenó Halloween, mientras que, en 1980, Sean Cunningham presentó Viernes 13y, finalmente, en 1984, Wes Craven introdujo el primer capítulo de la saga de Pesadilla en la calle Elm).

De este modo, con la cantidad de sangre permitida en televisión, nos entregaron un producto que tenía como misión implícita, no mostrar las transformaciones y muertes, sino las reacciones de cada uno de los perdedores y sus problemáticas particulares (Por ejemplo: Eddie, que vivía las consecuencias del síndrome de Münchausen de su madre, el cual es básicamente el proceso de hacer creer, a una persona cercana, que padece de enfermedades crónicas).

Y estas dificultades experimentadas en el pasado, se hacen presentes mediante patrones repetitivos en su futuro (Beverly vive con un hombre que la golpea y somete, justo como su padre; Eddie sigue al lado de su madre, sumiso y obediente, mientras Bill, quien ha perdido en la adultez su característica tartamudez, tiene problemas para cerrar ciclos y sigue culpándose por la muerte de Georgie). Con estas rutinas que deben dejar para regresar a Derry, los perdedores son reducidos y deben pasar por un proceso de regresión, que les despoja de toda pizca de madurez adulta y les devuelve los traumas de antes.

Debo admitir que la película deja cierta majestuosidad involuntaria en sus escenas, que mezclan colores a la perfección (los globos por todos lados o Georgie y el mítico impermeable amarillo en contraste con la oscuridad de la coladera), esconden señales novelísticas y permiten el aplazamiento de la caducidad de un discurso sobre la misericordia y la venganza representado por Bill, que debe saldar su deuda con Georgie matando a Pennywise.

Sin artefactos mágicos y olvidando todo tipo de rituales (hecho que merma la historia de It y su paso violento por el pueblo de Derry), los perdedores son capaces de derrotar al devorador de mundos con piezas metálicas y, lo más importante, mucha fe.

Porque, al culmen de la vía, eso es lo que verdaderamente importa en esta historia, generada por el maestro del terror de masas contemporáneo en una época en la que las drogas imperaban en su vida y le hacían escribir sobre tortugas gigantes benévolas (otra secuencia que le deben a los fanáticos del libro, las recomendaciones de Maturín, némesis de It y representación de las fuerzas del bien, a Bill para llevar a cabo el afamado ritual de Chüd que puede terminar con el payaso).

La utilización de la resortera me parece adecuada, tiene ese toque infantil que es necesario para poder volver a creer que todo es verdad y para no caer en la flaqueza de la vida que le arrebató la existencia a Stanley, otro de los chicos, que, tras recibir la llamada de Mike, decide quitarse la vida en un intento por escapar de It,aun cuando esto es prácticamente imposible, pues, en cierta medida, ellos también están conectados con él en el sentido en el que la naturaleza humana es una dualidad para esta historia, en la que conviven las dos fuerzas universales en nuestros cuerpos, además de la omnipotencia y ubicuidad de It,que si bien solo se manifiesta físicamente en Derry, no deja de ser un sentimiento: el miedo.

Aunado a lo anterior, creo que en la versión noventera podemos observar más la faceta del devorador de mundos que la de una masa amorfa que en ocasiones es coincidentemente compasiva; aún con que a la primera pelea entre los perdedores e It le faltó mucho ritmo y movimiento y que los efectos dejaban varias ventanas de oportunidad; actuar un papel de esa magnitud bajo aquella cantidad de maquillaje, es una proeza en mayúsculas.

Pero It no está solo, como también es una enfermedad, contagia a ciertos humanos para que sean sus esbirros, como a Henry Bowers, un psicópata que funge como el peligro real, que no desaparece con la fuerza del corazón y que está armado con una determinación tóxica contra el grupo de amigos. Con el ímpetu que Itle transmite, Bowers es un dolor de cabeza extra y la prueba viviente de la manipulación de It en nuestro mundo.

It utiliza humanos para satisfacer sus tareas porque sabe el precio de las personas, sus límites y su medida exacta, lo que le convierte en una máquina de aniquilación instantánea y catapulta a la miniserie al pedestal de los documentos de terror, que estelarizaron épocas gloriosas y quedaron grabados en la mente de cada uno de los incautos que acudieron a ellos.

En conclusión, esta versión televisiva es un relato de esperanza y resiliencia que funciona bastante bien como eso, un producto para la tele que cuenta con buenas joyas entre su arena, pero que no tuvo el mejor desenlace. A pesar de ello, seguirá cautiva, en el corazón de miles de personas que crecieron con miedo a la bañera por la ínfima posibilidad de que el payaso saliera por las rendijas de la coladera. Creo que eso es lo que importa, el impacto, la impresión y la memoria que sobre ella se genera, pues el cine muere, cuando nadie habla de él.

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