Por Elizabeth Santiago
A voz cálida, cómodamente arreglada y en un escenario en soledad, Ángeles Mastretta, escritora y periodista mexicana, mantuvo una charla sobre su carrera.
Con un auditorio de aproximadamente 100 personas, entre ellos un grupo de estudiantes de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, Mastretta inició su plática con una presentación sobre quién es ella y lo qué representa la literatura en su vida.
La escritora afirmó que los libros son solitarios y que éstos, sólo pueden vivir si alguien los toma y los lee. Por ello, agradeció a los presentes porque reconoció que en ellos reside la razón por la cual hay quien la quiera leer y escuchar.
Después, hizo un breve repaso de algunos de los protagonistas de sus libros y explicó cómo en cada uno de ellos se encuentra a ella misma, ya que desde la familia Sauri, aquella Catalina o en todas las protagonistas de su obra “Mujeres de ojos grandes” se ve reflejada en ellos y, a través de éstos, se construye.
Con ánimo, confesó que se encuentra en un punto de su vida en el que debe aprovechar el tiempo, pues, con 75 años, aún tiene las ganas de escribir tres libros con la posibilidad de que sean cuatro.
La aventura de escribir
El contar historias y, posteriormente, escribir y publicar un libro están muy lejos entre cada uno de los pasos, remarcó la escritora. Para ello se remontó a contar sobre el primer libro que publicó.
Mastretta relató que mientras dirigía el Museo del Chopo, se encontró con la oportunidad de publicar su primera novela “Arráncame la vida”; sin embargo, con una vida ajetreada que atender y las responsabilidades que esta conlleva, le tomó dos años entregar una versión completa al editor. Pero, llegar hasta ese punto, fue un esfuerzo diario.
Ángeles estudió la carrera de periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México, y confesó que todas sus tareas las inventó.
Levantando las manos replicó aquel hecho trágico de un choque en la carretera México-Toluca que había afectado a un granjero que se encontraba en la zona junto a sus ovejas, las cuales, de milagro, habían sobrevivido.
Esa fue la tarea que su profesor descubrió como falsa, al final de la clase, le pidió quedarse y le dijo que si quería escribir cuentos podía irse a la licenciatura de Literatura.
La respuesta fue tajante: “no”. Mastretta afirmó que no podía darse el lujo de cambiar de carrera, debido a que tenía que pagar sus cuentas y ya trabajaba en periódicos donde recibía remuneración económica.
Posteriormente, incursionó en diferentes lugares que la llevaron hasta la revista “Fem”, donde escribió artículos en los que hablaba sobre la vida cotidiana, de aquello que ella veía y de lo que la gente le contaba a través de cartas.
Lo demás quedó marcado en los libros que forman su colección literaria y, bueno, una colaboración con Nexos en la que se dispone a hablar sobre temas que afectan a la política y otras situaciones nacionales.
Puebla, el mar, su padre y su madre
Ante una pregunta del público, Ángeles Mastretta reconoció que es inevitable que Puebla sea aquel lugar donde nacen todas sus historias, porque ahí “todo puede pasar”.
Respecto al Popocatépetl, sin vergüenza alguna mencionó que no se le ha acercado y, si acaso, cuando duerme, se parece a Iztaccíhuatl. Mientras tanto, sólo sus personajes pueden vivir a las faldas de esos dos grandes volcanes, puesto que, a ella lo que le fascina es el mar que retrata en cada obra que puede.
La escritora reiteró que Puebla es el escenario donde todo es posible y, por ello, no le parece menor que el cielo azul de la ciudad esté plasmado en sus libros. Por otro lado, recordó todo lo que tiene el estado, desde su infancia hasta el enigma que representa su padre.
Su papá le contó que su abuelo era italiano, pero él fue criado en Puebla, cuando ocurrió la guerra cristera, se fue a Italia a estudiar la universidad; sin embargo, a su regreso ya no reconocía la ciudad en la que creció.
Poco Tiempo después de que su padre partió a Italia, inició la Segunda Guerra Mundial; no obstante, ella se pregunta si realmente estuvo en el conflicto: ¿Tomó un arma? ¿Qué hacía ahí?
Si bien, por el momento no cuenta con todas las respuestas, reconoce que aquel lema de su madre, el que desafió, es el mejor remedio en estos casos, ya que “la vida no es tan buena y no todo se puede”.
Así, Ángeles Mastretta se despidió, los estudiantes a los que ella consideró como sus amigos, desde el momento en que tomaron asiento, la ovacionaron y le aplaudieron por sus palabras.
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