Por: Ariel Alejandro Ponce González
La miopía es una enfermedad visual, la cual provoca que el paciente no logre enfocar de forma precisa los objetos lejanos, pero sí pueda enfocar bien los más cercanos. Éste es uno de los problemas de refractivos más comunes. Por lo general, aparece a partir de los 5 años y sigue su evolución hasta estabilizarse alrededor de los 20 años.
El ojo miope tiene que enfocar los objetos por delante de la retina, ya sea por un aumento de la longitud del ojo, que es la causa más frecuente, o por la alta refracción de sus elementos internos, la córnea y el cristalino.
La miopía congénita es hereditaria y se desarrolla desde bebés, como consecuencia de alteraciones de las estructuras del ojo. La miopía magna es el tipo más grave y se denomina así cuando el paciente tiene más de 6 dioptrías. Habitualmente se origina por anomalías en el fondo de ojo de quien la padece.
La miopía simple se produce cuando el paciente presenta menos de 6 dioptrías. Se presenta de niño, tiene un avance en la adolescencia y se estabiliza alrededor de los 20 años. Es el tipo de miopía más común. No suele compartir síntomas con los tipos anteriores, pero puede tener consecuencias similares.
En la actualidad, hay varias formas de tratar la miopía, ya sea de forma óptica o quirúrgica. La forma de corrección óptica más habitual es el uso de lentes de armazón o lentes de contacto con la graduación adecuada para el paciente.
En lo referente al tratamiento quirúrgico, se puede optar por la cirugía refractiva con láser o la implantación de lentes intraoculares fáquicas tipo ICL o sustituir el cristalino por lentes intraoculares monofocales, acomodativas, de rango extendido o trifocales. La recomendación general es visitar al oftalmólogo en cuanto se sienta un cambio agresivo en la visión de las personas.