Por Melquisedec Pineda Rosales
La lucha libre mexicana es imposible imaginarla sin un par de imponentes gladiadores portando una máscara vistosa, espectacular y con rasgos específicos que la hacen única entre todas.
Así como el pancracio ha evolucionado a lo largo de sus 88 años, las máscaras se han adaptado a las exigencias del deporte, a las necesidades de los protagonistas y hasta a las tendencias de moda.
Cada una de ellas, detrás de cada hilo, costura o tela, contiene un valor histórico tanto para quien la porta, como para el autor de dicha pieza casi artesanal.
Paso a paso
En una pequeña vecindad color azul con portón blanco, en la colonia Arenal, muy cerca del metro Pantitlán, se encuentran el taller de Makhia Mask, la primera empresa dedicada totalmente a la elaboración de artículos de lucha libre. Un departamento que se percibía bastante amplio, ya que alberga una enorme cantidad de máquinas.
Dentro del departamento contrastaba radicalmente el ambiente acalorado y caliente, debido al trabajo de la maquinaria,con el frío de las calles. La sala se convirtió en la zona de confección; el comedor, en área de pegado y detallado; los cuartos estaban llenos de distintas mesas de trabajo, cortadoras láser, computadoras y almacén de telas e hilos. Lo único que mantenía esencia hogareña era la cocina y el baño.
El primer paso en el proceso de confección de una máscara es la toma de medidas y la realización de moldes. Hacerlo de forma correcta es vital, ya que debe quedar la medida exacta del cliente o luchador, si no puede provocarle incomodidad. Partiendo de dichas medidas, se decide hacer el tipo de máscara.
Marco (por razones de seguridad no quiso dar su apellido), mejor conocido como “Tío Makhia”, socio y fundador de Makhia Mask, explicó que existen tres tipos de máscara distintos: aficionado, semiprofesional y profesional.
La de aficionado es la más económica, tiene materiales de baja calidad y está al alcance de todos, debido a que es típico verlas afuera de las arenas. Su precio ronda entre los 50 y 200 pesos.
La semiprofesional tiene una mayor calidad en los acabados y telas respecto a la anterior. Se puede adquirir en una cifra entre 500 a mil 500 pesos.
La profesional contiene detalles que elevan su costo: doble costura reforzada con cinta palmita, doble tela, los mal llamados paños para el sudor –que en realidad tienen la función de mantener internamente la estructura del antifaz y darle mejor estética–, además de que los acabados son de charol de piel para una mayor duración del producto.
El precio en esta última es muy subjetivo, ya que muchas veces lo fija el luchador dueño del nombre y diseño, pero generalmente depende del tipo de tela utilizado. Es común encontrarla mínimo en 2 mil o 3 mil pesos, pero puede llegar hasta superar los 5 mil.
Con los moldes y materiales en mano, es turno de trazar el diseño. Por supuesto, debe ser atractivo para el ojo humano, pero en esos trazos es fundamental hacer notar tres cosas: imprimir la esencia del personaje, destacar el bando al cual pertenece o defiende el gladiador y la originalidad.
Dentro de este paso se debe elegir también el tipo de corte, los cuales son: el Pez, utilizado por El Santo;el Japonés,el más conocido y popularizado por Rey Misterio;de chupón o cerrada, como el usado por el Místico;Olímpico, popularizado por Octagóny Atlantis,así como el Bikini, usado en su mayoría por mujeres, ya que lleva descubierta la parte del cabello.
De hecho, hay más de 200 moldes, pero son ligeras variaciones de los cortes anteriormente mencionados. Una vez terminado el boceto en papel, toca plasmarlo en las telas para continuar con el cortado. La duración de este paso depende de la cantidad de detalles que contenga el diseño.
Ya teniendo las piezas recortadas con precisión, se pasa a la zona de confección. En esta etapa, con un pegamento en barra especial, se unen los acabados en vinil y charol. Teniéndolos terminados, pegados y secos, toca el turno de coserlos, al igual que la base de la máscara.
Este es uno de los puntos más delicados del trabajo, ya que se debe coser con exactitud para no generar alguna incomodidad al portador en la realización de sus movimientos. Las costuras son finas, pequeñas, detalladas y exactas si se comparan con cualquier otra prenda del mercado.
Para terminar con esta parte, se hace el agujetero. Va en la zona de la nuca, contiene los mismos materiales que todo el resto del trabajo. Debe ser elástico y resistente a la vez porque es clásico que los luchadores intenten quitarse o romperse la tapa en el cuadrilátero. Además, le permite al luchador ajustar su tapa al rostro, algunos hasta prefieren utilizar un cierre en vez de agujetas.
Más tarde, se envía al área de producción para comenzar a darle vida al personaje. Aquí se pega el antifaz, los adornos o grecas a la base de la máscara.
El último paso es abrir los orificios del agujetero y los ojos. Puede parecer sencillo, pero de este punto depende una buena parte de la calidad del producto. Es importante cuidar la simetría en los ojos y poner a la misma altura cada agujero. Todo el proceso de fabricación de una máscara es de una a cinco horas.
Reglamentación
José Antonio Becerril, exluchador y comisionado de lucha libre de la Ciudad de México, comentó en entrevista exclusiva con Diálogos,que en la Comisión hay un total de 480 gladiadores con licencia oficial de la ciudad, contando a las estrellas del Consejo Mundial de Lucha Libre, Triple A y luchadores independientes. Dicha licencia los avala como luchadores profesionales y acredita para presentarse en cualquier parte del país y del mundo.
Entre todos ellos, aproximadamente hay 300 enmascarados a lo largo y ancho de la República, equivalente a 65% de los registrados.
El reglamento de la comisión de lucha libre de la Ciudad de México no es público, por lo que nos basaremos con el de la comisión del Estado de México, publicado en 2001. Dentro de éste no existe una reglamentación para la confección de las máscaras, por lo que tanto rudos y técnicos tienen la libertad de diseñarla y hacerla como les plazca.
Respecto de las caretas, lo único que esta reglamentado se encuentra en el artículo 236 y 237. En dichos estatutos se indica que cualquier elemento podrá utilizar máscara, pero con la previa autorización de la Comisión.
Si el gladiador pierde la lucha donde la puso en juego, no podrá volver a luchar con ella. Por si fuera poco, deberá pasar un periodo de 4 años para que el luchador, si así lo desea, vuelva a utilizar máscara, nada más que con otro nombre y siempre y cuando la Comisión lo apruebe.
Origen
La palabra máscara proviene del italiano “maschera”, este a su vez se derivó del árabe “más-hara”, y a su vez de “Sáhara” (él burló) de “sahir” (burlador), significando que la máscara es una impostura, ficción o ardid para burlar la realidad.
Para dimensionar de mejor manera la importancia de las máscaras dentro del cuadrilátero, es necesario remontarnos a sus raíces. Hay una historia conocida entre el gremio luchístico, la cual nos remonta hasta las primeras funciones en el país.
En 1933, Salvador Lutteroth, conocido como el padre de la lucha libre mexicana, llevo a la Arena México (antes conocida como Arena Modelo) a Corbin James Massey, mejor conocido como “Ciclón McKey”. En ese tiempo era de los luchadores más talentosos y conocidos.
Por esta razón, acudió con Antonio Martínez, quien hacía botas para luchadores. Le pidió que fabricara un accesorio para cubrir su identidad con el cual pudiera subir a luchar, pero que al mismo tiempo fuera difícil de quitar. El zapatero le tomó 17 medidas a la cabeza del Ciclón (en la actualidad siguen siendo la base para cualquier tipo de máscara).
Esta primera tapa fue hecha de cuero de oveja y evidentemente no era adecuada para realizar lucha libre. Provocaba incomodidad, ya que, por el mismo material, el gladiador sudaba de forma excesiva y era muy rígida. Mckey decidió salir al ring bajo el mote de “La Maravilla Enmascarada”.
Desde que pisó la pasarela fue todo un éxito. La afición quedó contenta con el concepto y sumado a la calidad del luchador, se convirtió en uno de los más seguidos por el público. De esta manera, a Mckey se le considera el primer luchador en portar una máscara en los encordados.
Sin embargo, Christian Cymet, coleccionista y experto en máscaras desde hace 40 años, relató para Mad Hunter Channel, que en 1915 la popularidad en la lucha libre en Estados Unidos comenzó a decaer tras un gran auge en 1890, por lo que un promotor decidió organizar un torneo de luchadores, en el cual, cada función llegaba en la primera fila un personaje trajeado, pero con el rostro cubierto un tanto de forma improvisada.
En las semifinales, dicho personaje anunció que el campeón del torneo se enfrentaría en un mano a mano a él, pero si lograba derrotarlo, revelaría su identidad. Una semana después, la arena estaba abarrotada, todos con la expectativa o morbo conocer el rostro de aquel misterioso hombre y el promotor había logrado su cometido.
El primer mexicano en cubrir su identidad dentro del cuadrilátero fue Jesús Velázquez Quintero, mejor conocido como el “Murciélago Velázquez. También fue el primero en perder su incógnita en lucha de apuesta frente a Octavio Gaona.
Sin embargo, Christian también asegura que los primeros encapuchados mexicanos fueron dos hermanos en marzo de 1934: Luis Núñez y Mario Núñez, exestudiantes de la UNAM.
Podemos determinar que el concepto de el luchador enmascarado no nace en México, pero la profesionalización de la máscara para lucha libre como la conocemos hoy en día es una creación totalmente mexicana.
El futuro es hoy
Culturalmente se cree que una máscara lleva un proceso artesanal detrás, pero lleva ya muchos años sin serlo. Makhia aclaró que al momento de utilizar tan solo una máquina de coser de cualquier tipo pasa de ser una artesanía, a una manufactura.
Los mascareros siempre buscan ofrecerle lo mejor a sus clientes. En este afán por mejorar, han tenido que utilizar diferentes herramientas y dejar el mejor sabor de boca con el trabajo entregado
Dentro del taller de Makhia Mask, han llevado a otro nivel el proceso de creación de una tapa. Contrario a los clásicos, el diseño se hace totalmente digital, el cortado, para tener la mayor exactitud es a láser. Esto para acortar tiempos de entrega y mejorar la calidad de sus productos respecto a la competencia.De hecho, sus moldes, están respaldados por un coleccionista y cuentan con una certificación –renovada anualmente– en procesos industriales.
La parte del diseño es técnicamente la más difícil, porque debe encajar con el concepto o la idea que el cliente desea. Al respecto, Makhia mencionó que es un proyecto muy apegado a la psicología. “Analizamos su tono de piel, que colores le combinan mejor, el tipo de cuerpo y el corte que vaya mejor con el mismo.”, complementó.
Coleccionismo
El coleccionismo de máscaras y artículos de lucha libre nació a la par del mismo deporte, pero en el último par de décadas tuvo un crecimiento exponencial.
Las piezas más buscadas son las profesionales, de luchadores legendarios o que formaron parte de alguna función histórica. Pero contrario a lo que se cree, no se consiguen afuera de las arenas en los clásicos puestos; además de tener mucho capital, hay que tener bastante suerte para encontrar los santos griales en las colecciones de este artículo.
Platicando con algunos coleccionistas, hay un consenso en que de las mejores colecciones de máscaras no se encuentran solo en México, también en la tierra del sol naciente, Japón.
Para el Tío Makhia, la razón es meramente cultural, porque “aquí apenas el público está entendiendo y valorando como lo que son (las máscaras). Allá (Japón) son muy exigentes, checan cada costura y mínimo detalle tanto interno y externo en las telas, los refuerzos, colores, son muy minuciosos.”
Cymet, como coleccionista veterano, relató que en la débase 1980 la lucha libre mexicana tuvo un boom en la tierra del sol naciente, por lo que constantemente se hacían funciones con carteles muy grandes e importantes. Era tanta la fascinación por los gladiadores que ellos mismos les pedían que les vendieran sus máscaras, “por eso muchas piezas importantes están allá, porque aquí era raro que alguien les pidiera una máscara, allá hasta se llevaban maletas llenas solo de máscaras”.
Mucho ojo
Actualmente el mercado del coleccionismo de máscaras es muy cotizado y grande, por lo que no es raro que algunas personas busquen engañar a la gente haciendo máscaras “chulas” –como se le denomina a las máscaras falsas en el círculo de los coleccionistas.
Para evitar una estafa, Cymet recomendó observar el desgaste dentro y fuera de la prenda, porque las desgastan por fuera para que luzcan viejas, pero muchas veces, por dentro, es donde verdaderamente se nota el paso del tiempo.
Otro punto puede ser el agujetero. Al ser la parte con mayor contacto y uso de toda la máscara, comúnmente se ve descolorido y desgastado, pero no de forma pareja. Además, cada mascarero tiene su estilo para coser el agujetero y son las costuras y los terminados en esa parte en los que muchas veces se nota la originalidad de las piezas.
Como pudiste notar, las máscaras no son solo un accesorio para los luchadores, son parte de su vida. Para la cultura mexicana es imposible no relacionar al deporte espectáculo con máscaras míticas portadas por personajes que han regalado historias inmemorables arriba del ring.
Contienen un enorme valor histórico, un proceso correctamente estructurado, pero, principalmente, dedicación, esfuerzo y amor por el deporte de las llaves y contrallaves.