Ya mero
j

Diálogos

4 Jul, 2025
Es una muñeca preciosa, ojalá te guste mucho. Es especial para mí, es la muñeca Lelé más bonita que he hecho. Le dediqué mucho esmero a su vestidito, mira sus detalles. Es muy bonita como tú. Le puedes poner como quieras, pero nomás para que sepas, la nombré Pita

Aniversario 76 de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García

Certamen de Géneros Periodísticos, Fotografía, Audiovisuales y Cuento

La gente camina a diario por estas calles tan difíciles de transitar. Se les doblan los pies y a todas horas hay tobillos lastimados. Veo como la gente se queja por su estructura, pero a mí me parecen bellísimas; es algo tan placentero divisar el sol alumbrando esos caminos empedrados y así, ver sus texturas y colores. Todas las rocas parecen montañas, unas recién nacidas que pronto crecerán y reinarán este pueblo. Cómo me gustaría pasar mis pies chiquitos por todos estos caminos, callejones y jardines. 

Quisiera ser como los visitantes. Poder ir todos los domingos al mercado y que mi paladar pruebe todos los pambazos, huaraches y quesadillas que quiera. ¿A qué sabrá esa agua color lechosa y que tiene polvo marrón en la superficie? Me lo pregunto a diario, pues lo único que tengo es la imagen de los turistas saboreándola y pidiendo que les rellenen su vaso. Estoy tan sedienta de agua, así como de ilusión. 

–¿Qué se sentirá desbordarme en todos esos sabores, Juanita? ¿Por qué tenemos que estar aquí toda la tarde, tiesas como palos? ¿No merecemos algo mejor? 

–Claro que lo merecemos, hermanita, sólo tenemos que aguardar un poco más, ya mero vienen por nosotras.

–¿Sí crees? La vida se ve tan desesperanzada desde aquí. ¿Qué sentido tiene todo si no puedo jugar con los otros niños en la plaza, los quioscos o incluso, ir a la iglesia a dar las gracias?

–A buen árbol te arrimas, Pita. Me preguntas como si ya lo hubiera vivido o supiera la respuesta. Al igual que tú, deseo todo ello, sólo que no soy tan desesperada y me aguanto. Ya verás que todo terminará pronto. La estrella dentro de mi pecho me lo dice.

–Ojalá no te equivoques, ya no quiero que se me haga feo mi vestido ¡el viento me lo ha arrugado tanto!

Estar bajo el sol no es fácil; nos hallamos aquí casi todos los días. Veo muchos ojos deteniendo su mirada en mis trenzas con hilos de colores y mi vestido color sol; pero todo es momentáneo, rápidamente se pasan de largo y la soledad me atrapa con su oscura forma. Las ventanas visuales que más me pesan ver, son las de mi madre, casi no tienen reflejo de lo perdidas que están, ni siquiera un destello. Está triste porque no han venido por mí. Puedo ver el manto de la decepción cubriendo su rostro. No quiero fallarle ¿habrá algo malo en mí? 

Al oscurecerse, cuando por fin puedo estirarme y quitarme el entumecimiento, mi madre nos lleva a casa y nos recuesta. La escucho suspirar y lamentarse en silencio. Es una mujer valiente y dedicada. Aunque las cosas no salen como se esperan, ella sigue durmiéndose tarde por trabajar; usa sus manos como las de una diosa, que hace conjuros sin descanso, con tal de comer algo. Cómo quisiera consolarla, decirle que los tiempos inundados de tedio se irán. Deseo acercarme a su oído y decirle: “No te preocupes, mamita, el fracaso y la mala racha nunca es para siempre. Ya mero las cosas bonitas se sentarán a nuestro lado y nos sonreirán.” Pero no puedo, me frustro, las palabras con trabajo salen de mi pecho, es como si habláramos distintos idiomas. 

Estas semanas y días han sido calurosos. Es en este clima cuando hay más gente recorriendo las calles y puestos. Tal vez hoy las cosas mejorarán. Quizás el sol se compadecerá conmigo y traerá la felicidad a mi familia. Espero con los ojos abiertos y derechita, intentando mostrar todos mis relieves y colores.

–Ni te hagas ilusiones, te lo he dicho. Es mejor perseverar sin esperar nada. No quiero que estés llorando de regreso a casa. Me lastima mi corazoncito verte tan vulnerable y decepcionada.

–No puedo evitarlo, ya te lo he dicho, hermana. La vida sin esperar nada es absurda y tonta. ¿Qué hay mejor que la bola de ilusión que vive en mi estómago? Sin ella, no podría vivir. Si no puedo comer o correr, al menos quisiera sonreír esperando a que mi deseo se cumpla. Hoy será el día, lo presiento. Mamá será feliz aunque, para eso, de ella me tenga que separar. Por fin podré palpar su bienestar y hacerme un vestido nuevo. Porque la felicidad, cuando se materializa, se puede convertir en lo que uno quiera.

–Pues ahora sí que cada quién se amuela como quiere. No soy nadie pa’ espantar esos pajaritos que te vuelan por la cabeza. Pero si no pasa, no te me agüites, manita.

Yo sé que Juanita no lo dice para afectarme, poco a poco voy aprendiendo a tomar los comentarios de quien viene. Mi hermanita chula me ama, eso lo sé. Pero es inevitable que, ante esas palabras que ella profesa, me sienta triste. Pero inhalo y exhalo para contener mis lágrimas. Cuando estoy nerviosa, empiezo a jugar moviendo la tela de mi enagua; la palpo y la acaricio hasta dejarla húmeda por el sudor que brota de mis palmas. Y fue ahí cuando, al estar jugando con mi falda, vi a mi madre hablar con unos visitantes y fui testigo de cómo un destello, más poderoso que el sol, se desbordaba de sus ojos. Era felicidad. ¿Qué está pasando? Me pregunté. Mientras me hacía miles de preguntas e intentaba descifrar la razón de su sonrisa, fue cuando mi mamita, con la dicha adherida a su ser, me descolgó de los hilos que nos aseguraban, y me puso en las manos de una niña y le dijo: 

–Es una muñeca preciosa, ojalá te guste mucho. Es especial para mí, es la muñeca Lelé más bonita que he hecho. Le dediqué mucho esmero a su vestidito, mira sus detalles. Es muy bonita como tú. Le puedes poner como quieras, pero nomás para que sepas, la nombré Pita.

–¡Qué bonito nombre! Se lo voy a dejar así como está. Se llama como yo, ¡somos tocayas! Nomás que a mí me dicen Lupita. Seremos las mejores amigas. La llevaré de paseo por el parque, al campo y me acompañará a todos los tianguis del mundo. 

–Me da gusto que, una muñequita tan especial, encuentre a una niña tan especial. Cuídala mucho y dale todo el amor por mí. 

–¡Claro que sí, señito! La voy a amar mucho, ya lo verá. Vendré todos los sábados con ella y mirará la sonrisa que traerá mi Lupita.

Todo pasó tan rápido. ¡Por fin, por fin vinieron por mí! Llegó el día por el que mi corazón pedía toda la noche arrodillado. La tristeza se la había llevado la lluvia, como la que recorre cada tercer día en estas calles. Había encontrado una persona que me eligió a mí. Todas mis inseguridades y dudas sobre mi aspecto se habían ido. Estaba tan contenta que sentía el sol posándose en mi pecho y calentando mis manos ya entumidas de tanta espera. Y aunque eso significaba que tenía que despedirme de mi mamita y de mis hermanas, no me ponía triste, porque sabía que pronto encontrarían esta luminosidad en la que estoy nadando ahora. Al final mi hermanita tenía razón: ya mero venían por nosotras.

Categorías: Diálogos
Etiquetas:

Quizá también te interese leer…

Taciturno

Taciturno

La competencia entre homeless para tirar la basura se vuelve un reto, en donde el menos ebrio o crudo que se levante a las siete de la mañana logra hacer más dinero que los demás.

Ceremonia de clausura

Ceremonia de clausura

Como es ya una tradición en la Septién, la alumna que obtuvo el mejor promedio durante toda la carrera, Elizabeth Santiago Reyes, ofreció un emotivo discurso para representar a sus compañeros.

El Gobierno recorta, el pueblo ayuna

El Gobierno recorta, el pueblo ayuna

El crecimiento de los Comedores Populares para el Bienestar ha disminuido en los último años, acompañado de una caída en la calidad del servicio. El deterioro es evidente en las porciones, los ingredientes y la frecuencia de apertura.