POR ELIZABETH SANTIAGO REYES
Ver la vida pasar, pasar con la vida, ese es el encuentro en el pueblo El Eco. Infancias, ancianos, adultos encontrando su relación con sus sueños, tradiciones, deseos, trabajo y amor que, finalmente, se entraman con la naturaleza y la sociedad que les rodea con el pasar de las estaciones. Un año lo podría cambiar en todo en cada una de las personas… igual, en El Eco, siempre hay una constante transformación entre sus habitantes.
Un placer a la vista, un corazón lleno de nostalgia, ese es el viaje de El Eco. Tatiana Huezo, con un ojo agudo, anhelante de retratar paisajes, rostros y emociones, logra un espectacular juego de luces y sombras en cada una de sus escenas.
Los diálogos y acciones, los sueños y los escenarios, todo, absolutamente todo se juntan con música y encuadre para regalarnos un filme lleno de vida tal y como la viven en los pueblos donde aún se crían ovejas y se hacen corridas de caballo en la terracería.
Es una película que no tiene un clímax para platicar después; sin embargo, incita a pensar en cada una de las escenas y redescubrir toda la historia de El Eco. Hay que relajarse, hay situaciones que no son tan profundas, sin embargo, esta cinta presenta la complejidad de vivir, morir o escapar. Humanos haciendo cosas que humanos harían.