Medusas
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Diálogos

12 Ago, 2024
La aguaviva flota fuera del sillón y sale de la escena por una puerta en la esquina del techo de su reluciente y minimalista casa.

La aguaviva flota fuera del sillón y sale de la escena por una puerta en la esquina del techo de su reluciente y minimalista casa. Un rectángulo estático en medio de la nada, donde la gravedad no le respecta y la lógica mucho menos. En ese sillón se encuentra un aguamala, divagando en su cabeza…

–¿Me peiné los tentáculos antes de venir? ¿Mi umbrela está limpia? ¿No está muy brillante? 

Se dice a sí mismo una y otra y otra vez. La cantidad de ruido que hay en su cabeza es irónico considerando el cubo tan callado y vacío en el que está, así ha sido ya por mucho tiempo, desafortunadamente.

–¿Me estará viendo, se estará burlando de mí, detrás de una ventana oculta? Eso es ridículo, nadie haría eso.

–Narrador omnisciente –dijo el aguamala–, ¿No basta ya con el ruido que hago yo? ¿Tienes que generar más tú?

Sin embargo, las preguntas no encontraron oídos. Verán, el aguamala (que no es tanto un aguamala, es una lágrima de mar) sufre de un problema llamado: “Monólogo interno indefinido y situacional detonado por una situación que podría salir mal, pero no realmente, puesto que el problema reside en su cabeza.” Varios especialistas en la materia han llegado a la conclusión de que se produce por inseguridad y baja autoestima. Esta es la primera cita del aguamala, para él es su última.

Antes de que la aguaviva saliera de esta habitación, tan solo unos minutos antes, por sus nervios, cuando la aguaviva lo jaló hacia el sillón, él le dio una pequeña descarga eléctrica en el noveno tentáculo.

Fotos © Shutterstock

–Se malentendió, definitivamente se malentendió– se decía una y otra vez.

Para contexto de nuestro lector, una descarga eléctrica al noveno tentáculo es un simple gesto de amabilidad, lo que un humano consideraría una “palmada en la espalda”. 

–Se fue hace mucho, yo creo que no va a regresar. 

Eso era una mentira completa, se había ido hace exactamente veinticinco renglones, aproximadamente un minuto y setenta y nueve milisegundos.

–Yo soy un aguamala, no tengo oportunidad en estas cosas, soy frágil, inseguro, poco interesante, callado, incomodo de tratar, bastante… –incluso para él, las palabras resultaban monótonas, aunque bien es cierto que, si se percibe esta manera, llega un punto en el que cuando tienes una autoestima así de baja, dejas de hacer sentido y solo se trata de sobajarte y de no esperar nada.

Aquí fue cuando ambos, yo y el aguamala, nos dimos cuenta de que ya estábamos cruzando fuera de la primera cuartilla de pensamiento y sin dudarlo un momento, agarró los primeros objetos que vio y los colocó sobre su cabeza, siendo esos objetos una almohada y un vaso de plástico de un equipo de futbol.

–Puedo encargarme de esto si me embotello bien.

 El aguamala se refiere aquí a una particular característica suya. Si piensa demasiado, ocurren ciertas filtraciones.

Palabras se despliegan de su cuerpo y se adhieren a la superficie más cercana. No está acostumbrado a contar cómo se siente, ni mucho menos que sus sentimientos se impregnen en paredes, suelos y ventanas, así que, para él, evitar esto es ideal. Esto pone en cuestión si realmente es una lágrima de mar, pues por sus características podría bien ser un aguacuajada.

Sin embargo, es bastante aparente que las palabras siguen andando, así que profundamente el aguamala estaba esperando lo peor. Intentaba contar hasta cien, lentamente, como si contara borregos para quedarse dormido, pero siempre se saboteaba, como si de un pequeño diablo mental se tratara.

–Uno… Los amigos que tienes, dos… Los abuelos que te quedan, tres… Las veces que tienes que hablarle a alguien para que te responda…

–Contar ya no le parecía una buena idea. Así que intento otras cosas como voltear a ver sus alrededores, pero no encontró mucho. 

–¿Se está haciendo más pequeña la casa, me estoy volviendo loco?

Si bien la casa sí se estaba volviendo más pequeña (peripecias de este mundo inusual), sí se estaba volviendo más y más loco. Cuando embotellas palabras, éstas pueden interferir con el flujo normal de tu cuerpo, tus órganos no actúan de manera adecuada. Es buen momento para destacar algo interesante, ¿se han percatado de la falta de la palabra “amor” en lo que vamos de la historia, incluso si esto es una historia de amor? Cuando todo este sinsentido y palabrerío en forma de muro empieza a volverse más y más grande, cuando no puedes parar el monólogo, empiezas a perderte de los detalles importantes. Apuesto a que les sorprendería saber que al lado del aguamala hay un florero precioso de su color favorito, o un póster de su banda favorita detrás de él. Vaya, incluso a este punto había olvidado que estaba aquí porque lo disfrutaba.

Fotos © Shutterstock

Pero alguna de mis palabras le llegó, lo que usualmente eran mis palabras, que en su cabeza escuchaba como ruido o como ideas sin terminar, finalmente llegaron, pero la cantidad de palabras le impidió seguir embotellándose y en un feroz despliegue de pensamientos, inundó de palabras toda la habitación principal del rectángulo blanco. En el mundo humano esto lo conocen como un llanto y esas pequeñas gotas que se eyectan por los lagrimales son lo que llamamos palabras, sólo encerradas en una prisión de agua y bastante más comprimidas. Un llanto humano, si bien es más controlado, puede ser casi igual de desastroso. 

La aguaviva salió corriendo de su pequeño viaje al baño y bajó las escaleras de renglones, encontrando a su amigo, a quien consoló con sus tentáculos al aguamala.

Leyendo mientras bajaba, se aseguró de dejarle algo en claro. 

–Yo no creo que seas una lágrima de mar o una aguacuajada, ni siquiera creo que seas un aguamala, creo que eres una medusa.

En este mundo, eso es un halago. Para que alguien te nombre así, tenías que ser auténticamente importante. Para el aguamala, ser una medusa es un concepto intangible, pero en este momento no importa, eso lo aprendería con el camino. 

Con el tiempo la relación se volvió más cercana y con ello llegó un contrato: Los despliegues de palabras estaban bien, siempre y cuando no tiñeran su casa de negro; la aguaviva dejó claro que su trabajo es ser un apoyo, pero no iba a limpiar todos los días. En papel suena rudo, pero es cierto que la aguaviva quería apoyar a la medusa a toda costa y lo seguiría haciendo eternamente porque se querían. 

Así ambos salieron disparados más allá del tiempo, fuera del rectángulo y después de las palabras, ambos se desvanecieron al corte del punto final. 

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