Artículo de fondo: Segundo lugar
Por: Sebastián López Fuentes
En la recién estrenada videocolumna “Ay, futuro”, del periodista argentino Martín Caparrós, en conjunto con el ilustrador (de la misma nacionalidad) Miguel Rep, y que publica el medio de comunicación El País, resalta la siguiente frase: “Cuando el futuro no es promesa, es amenaza”; y es que imaginarnos el futuro que está por venir, es pensar escenarios apocalípticos: desempleo, pobreza, destrucción del planeta que (por ahora) podemos habitar, nuevas formas de dictadura, avances ideológicos y nulo avance en valores, etcétera, etcétera. El crítico y teórico literario estadounidense de corte marxista, Fredric Jameson, escribió en Las semillas del tiempo (2000) que: “Hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.”
El filósofo, crítico musical y profesor universitario, Mark Fisher, recordado con su seudónimo de la web K-punk, retoma las preocupaciones futuras de la sociedad en el siglo XXI en Realismo capitalista: ¿no hay alternativa? (2009), donde propone el concepto que da título a este libro.
¿Qué es el realismo capitalista?
El realismo capitalista es la idea difundida de que el capitalismo no sólo es el único sistema económico viable, sino que es imposible, incluso, imaginarle una alternativa. El término “realismo capitalista” no es propiamente de Fisher, pues un grupo de artistas pop alemanes y el sociólogo estadounidense Michael Schudson, en Publicidad (1984), lo utilizaron previamente.
Fisher reflexiona que la juventud actual es pasiva, ocupa la labor de espectadores; es decir, los jóvenes observan sin hacer nada porque el realismo capitalista les expone que ya no hay esperanza, que deben seguir las reglas de su sistema, por ello es que padecen esta pasividad; además, sus padecimientos mentales crónicos como la depresión, la ansiedad, el trastorno por déficit de atención, entre otras, son el resultado de este modelo, ya que de acuerdo con Fisher, los verdaderos parásitos de la sociedad son aquellos empresarios que promueven el discurso de que todo se consigue bajo explotación, gran esfuerzo y lo único que nos da valor como personas es cuánto éxito tenemos dentro de este sistema. Incluso los que no tienen trabajo (los no-trabajadores), pertenecen al otro ejército del capitalismo, pues a este le beneficia tenerlos aparentemente fuera, mas siguen cumpliendo las normas de este sistema. El realismo capitalista representa un regreso al pasado, que se repite una y otra vez bajo la forma de la nostalgia y la retromanía (la adicción del pop a su propio pasado). Ejemplos de esto lo observamos en las recientes narrativas cinematográficas hollywoodenses que buscan regresar fórmulas que funcionaron en una época determinada para, en vez de crear, repetir y repetir imágenes que más que darnos placer (algo que todos buscamos en la actualidad), representan su ausencia: no estamos satisfechos y por ello, exigimos retrospectivas por doquier.
No hay creación y precisamente la contracultura de los años sesenta y setenta del siglo pasado, marcó un antes y después en el mundo: buscó romper los esquemas (de los diversos poderes humanos-políticos) y reflejar el sentir de una juventud rebelde que, siguiendo la filosofía del neerlandés (de origen sefardí) Baruch Spinoza, y que después retomaría el alemán Karl Marx, más que interpretar el mundo, lo que debe hacerse es transformarlo; pero gracias al realismo capitalista, actualmente no es posible pensar una revolución: estamos atados a la violencia ideológica y económica que el capitalismo, invisiblemente, nos ha implementado.
Fisher, al ser crítico musical de la revista Wired, retoma ejemplos de bandas y cómo éstas, de acuerdo con sus palabras, representan el lugar donde los principales síntomas del malestar cultural pueden detectarse.
Kurt Cobain, máximo representante (comercialmente) del movimiento grunge (originario de Seattle) con su banda Nirvana en los años noventa del siglo pasado, “se encontró con que los productores de la cultura sólo pueden dirigirse ya al pasado: la imitación de estilos muertos, el discurso a través de las máscaras y las voces almacenadas en el museo imaginario de una cultura que hoy es global”, recuerda Fisher en su libro.
Enfatiza que después de la muerte de Kurt Cobain ya no hubo otro artista que rompiera los esquemas y, sobre todo, que creara. Basta con escuchar la música de hoy: pese a que representan los síntomas actuales de nuestra sociedad, repiten fórmulas, ya no se busca el mensaje de la concientización, sino la búsqueda de placer. Mark Fisher se suicidó el 13 de enero de 2017, dejándonos sus notas reflexivas en su blog y libros que, en español, los edita y publica la editorial argentina Caja Negra. ¿Qué pensaría del mundo actual que avanza tecnológicamente y retrocede en cuanto a política, economía, cultura y humanidad?