La virgen de los olvidados
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Diálogos

2 Ago, 2023
“Entrar hasta el altar parece todo un reto y no sólo por quienes van llegando, también por quienes desde una noche antes dejaron sus automóviles estacionados al pie de calle, para así ser los primeros en cantarle las mañanitas a la Flaquita como ellos la llaman.”

Crónica: Primer lugar

Por: Johana Remigio García

Primero de noviembre, dos de la tarde, el sol está en su punto más alto, la poca afluencia y los locales casi desiertos ambientan el territorio de La Lagunilla y Tepito, donde un cruce peatonal es lo único que los separa; poco a poco va subiendo el ritmo de la gente y el ruido, llegando a Eje 1 y la presencia de la “Niña Blanca” se siente, desfila en brazos ajenos mostrando sus mejores trajes, brillando como ella sola sabe hacerlo.

La primera parada es en un puesto de antojitos callejeros, unas quesadillas con chicharrón al más estilo chilango se convierten en la pila de este día, hoy es especial. El primer altar se logra ver, dedicado a “La Santa” y Malverde es como luce frente a una unidad habitacional y en medio de otros puestos, más de uno pasa a recibir la bendición de los santos; pero, tan sólo unos pasos adelante se encuentra una monumental figura de la Santa Muerte, posando con un vestido rojo muy brillante, no está sola, con ella hay música, flores y algunas ofrendas que decoran aquel pedazo de la avenida, donde fieles y curiosos se detienen a verla.

Cruzando la avenida, la vibra del momento sirve de guía hasta Alfarería, donde el “Cholo” un señor de no más de 30 años, bajo los efectos del alcohol y la droga, da una cálida bienvenida con una pequeña reflexión sobre la vida y la Santa Muerte. Al avanzar el olor a tabaco y marihuana inundan las fosas nasales, dando la bienvenida a la gran fiesta de “La Flaquita”.

Si bien, la celebración es durante todo el año, hoy todos se ponen de manteles largos, y doña Queta lo sabe, desde hace 21 años recibe a todo fiel, curioso, turista y hasta a la prensa. Entrar hasta el altar parece todo un reto, y no sólo por quienes van llegando, también por quienes desde una noche antes dejaron sus automóviles estacionados al pie de calle, para así ser los primeros en cantarle las mañanitas a “La Flaquita” como ellos la llaman.

 

Todos vamos codo a codo

Caminar entre la multitud es casi imposible, y por ese momento se olvidó completamente la crisis de salud por la que hemos pasado; los roces son parte del ambiente, pero no sólo eso, al caminar no hay momento alguno en que más de uno se detenga y comience a rociar alcohol de caña o expulsar humo hacia las figuras que la gente, algunos más van regalando dulces o algún objeto con la imagen de la muerte, algunos optan por solo darla a quienes traen sus figuras, otros simplemente las regalan a cuanto transeúnte ven.

La energía de ese momento te envuelve, todos gritan porras para la festejada, es tan contagioso el ambiente, que de pronto ya formas parte del bullicio: ¡A LA BIO, A LA BAO, A LA BIMBOMBA, LA SANTA, LA SANTA, RA, RA, RA!, todos entonan al unísono, es inevitable no gritar.

Las escenas son diversas, desde los que andan en la procesión con dirección al altar, aquellos que ya van bajo las influencias de sustancias nocivas, vendedores, curiosos y aquellos que van con la manda; es decir, personas que van de rodillas, ya sea a modo de agradecimiento o de favor.

A pesar de que la fe no conoce edades, es sorprendente todo lo que está logra, desde los más pequeños hasta gente de la tercera edad, la devoción es inmensa, incluso, más de un devoto declara que: “Del tamaño de tu fe es el peso que cargas”, es decir, puede que algunos vayan con la figura más pequeña y se les vea muy cansados, o que sea lo contrario, llevar la figura más grande y cargarla con el peso normal que esta tiene.

Foto © Johana Remigio

La charla con otros asistentes es inevitable, algunos comentan sus penas, su agradecimientos e incluso, sus mandas, tal como doña Epifanía, quien va en silla de ruedas con la esperanza de poder pasar al altar y pedirle a “La virgen de los olvidados” (como muchos la llaman) que le ayude a mejorar su salud, ya que desde hace un año le cortaron parte de su pie, derivado de la diabetes que padece, ella no pierde la fe en que se le conceda el favor de recuperarse, ya que se siente como una carga para su familia, aunque ellos no lo vean así.

Ella no es la única, muchos van y piden distintos “paros”, porque eso hace la “Niña blanca” ella no hace milagros, y así como tú le pides le debes de dar, esto claro al momento en que ella te lo conceda, antes no, porque como dice la señora Rosa: “Ella es cabrona, y si le das antes de tiempo, pues que pendejo, a ella le debes de hablar con la neta”, claro que algunos optan por ir dándole agua durante todo el proceso que conlleva que les cumpla el favor.

Mientras corre la tarde se puede divisar los múltiplos regalos que da la gente, desde dulces, comida, cigarros de marihuana o de tabaco, comida y hasta figuras de la festejada. Los tacos de canasta que regala una señora junto a su hija, en la esquina de Alfarería y Panaderos, logran calmar el hambre que comienza a manifestarse.

El sol se va, pero la luna llega y la gente con ella

Poco a poco la noche comienza a pintar el cielo claro, mucha gente empieza a llegar y algunos se van. Entre más se aleja el sol el ambiente comienza a sentirse más pesado, el cansancio del día, los distintos olores y la energía son una mezcla que aturden después de un rato. Y aunque es un comentario a voces, siempre es recomendable ir con algo que cubra tu cabeza, ya que la energía es muy pesada, donde casos de desmayos se han hecho presentes.

La salida es más fácil, los asistentes yacen dispersos, sin embargo, este momento se empalma con la tradicional “Calaverita” donde algunos salen a la calle a pedir dulces y otros más a espantar a la gente, todo acompañado de la tradición.

Casi por llegar al metro Tepito un grupo de jóvenes disfrazados de payasos malvados empiezan a asustar en los pasillos que conducen a la estación, desfilan con machetes o cierras, soltando risas macabras que espantan a más de uno, pero que, si te descubren miedoso o escondiéndote, te persiguen y actúan como en cualquier película de terror al perseguir a su víctima.

El camino a casa se convierte en una pequeña meditación y recapitulación del día, la reflexión final, no todo es como lo cuentan.

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