Abraham Amador Castro
El narcotráfico y la delincuencia son temas comunes entre los mexicanos. Hace años, se creía que en la capital de México no existían. Sin embargo, en pleno 2021, debemos poner la lupa en una de las alcaldías más peligrosas de la Ciudad de México, Tláhuac. Ubicada al sureste de la Ciudad de México, con límites en las alcaldías Iztapalapa, Xochimilco y Milpa Alta y con los municipios mexiquenses Valle de Chalco Solidaridad y Chalco, es cuna de uno de los grupos criminales más activos en los últimos años, cuyo nombre es homónimo al lugar de origen: “El Cártel de Tláhuac”.
“La organización criminal, el Cártel de Tláhuac, a pesar de las detenciones y abatimientos de sus principales líderes, opera en colonias como la Nopalera, Agrícola Metropolitana, del Mar, Zapotitlán, Tlaltenco, entre otras; dichas zonas habitables son anfitrionas de crímenes como extorsión, asesinatos, narcomenudeo, y demás; los delitos son efectuados por miembros menores de edad pertenecientes a la organización criminal.”
A través de la actividad delictiva, generan dinero para obtener el control de una de las zonas del Valle de México. Cuando lo poseían hace años, gran parte de su expansión fue responsabilidad de su fundador y líder acaecido, Felipe de Jesús Pérez Luna, alias “El Ojos”. Su poderío disminuyó gradualmente por bajas de su propia estructura y por el crecimiento de otras como la Unión Tepito y el Cártel Jalisco Nueva Generación, hoy en día los más poderosos de la Ciudad de México.
Los tlahuaquenses, como se les llama a los oriundos de la alcaldía, son los afectados de las acciones que se viven en la demarcación persistentemente. Los delitos son variados, pero uno de los más comunes es la extorsión. ¿Qué significa como tal? Ejercer presión y realizar amenazas para conseguir beneficios a cambio. Etimológicamente viene del latín extorsio, que significa “sacar algo violentamente afuera”. El narcomenudeo y la venta de drogas le siguen el paso.
Todos los delitos anteriormente mencionados tienen un común denominador; al menos en la alcaldía son efectuados por jóvenes, pero existe un delito que parece de rigor entre la mafia: el homicidio, que cada día escala más en la organización.
Extorsión
Colonia la Nopalera, perteneciente a la alcaldía Tláhuac y significa “tierra que emerge”. 23:00 horas de un viernes cualquiera y los negocios de zapatería, discos y ropa pirata, trabajan.
En el ambiente se escucha la frase “llévele, llévele” al conjunto de música de reguetón, combinada con otros géneros como salsa y merengue. El olor a tabaco y mariguana son parte del caminar por el tianguis nocturno; la comida ambulante ejerce su presencia, con hamburguesas, tacos, pizza y alitas para degustar.
Para calmar la sed, micheladas de cerveza, mezclada con salsas, limón, sal, chamoy y dulces. También hay “azulitos” bebida a base de vodka o ron, combinada con bebidas energizantes de color azul y gomitas, aquí se encuentra cualquier tipo de bebida alcohólica.
En el lugar está un joven de aproximadamente 1.80 metros de estatura, tez morena y tatuajes de la Santa Muerte en el brazo izquierdo que pasa a cobrar “lo de la renta” a todos los puestos ambulantes. “El Chango”, como lo conocen todos en el barrio, es un joven que no rebasa los 23 años de edad, sin embargo, ya delinque casi a diario.
En el tianguis, nadie se salva de dar la cuota. El presunto criminal recibe el pago de piso de los trabajadores, para después entregar el dinero a su patrona “Gela”, exesposa y madre de los hijos de “El Ojos”.
Las cuotas suelen ser más baratas para los puestos ambulantes y más costosas para locales grandes. En el mercado de Santiago Zapotitlán los jóvenes se presentan a diario; buscan “trabajo” para poder escalar en la organización. Se les utiliza de “antenas”, en lugares específicos de avenidas como Ana Bolena. Ahí, los “chavos” comunican todo lo que sucede en su territorio.
Uno de sus integrantes contestó nuestras preguntas, pero prefirió mantenerse en el anonimato.
–¿Cuál fue tu primera función dentro de la organización?
“Lo primero que hice fue ser ‘chalán’ de los grandes; iba por los tacos, informaba lo que pasaba y actualmente me dedico al narcomenudeo.”
Hablamos con un especialista en el tema. Antonio Nieto, periodista, escritor y reportero de Televisa que hace más de una década cubre al narcotráfico, específicamente en la capital del país.
–¿A qué crees que se deba el prematuro enlace entre jóvenes y delincuencia organizada?
“Los factores principales suelen ser falta de educación y contextos familiares rotos, abusos de padres a los hijos.”
Uno de los principios de la sociología es no generalizar, y claramente sería un error. Sin embargo, en Tláhuac, es constante este problema.
Narcomenudeo: en mototaxi y “hasta la puerta de tu casa”
Por los pasillos cortos del tianguis de la Nopalera circulan hasta cinco jóvenes en una motoneta, viendo a todas las personas que pasan de arriba hacia abajo. Un punto de venta de droga poco ortodoxo, donde se despacha desde el interior de la cabina trasera de un mototaxi, instrumento del que el cártel sacó provecho para crecer.
Es bien sabido y visto entre habitantes de la colonia que en la base de mototaxis del tianguis hay una cabina trasera que no se mueve en toda la noche. Quien entra y pide cocaína o mariguana, la encuentra a la venta.
También se puede pedir a domicilio, como si fuera un paquete de Amazon, Uber Eats o Rappi: basta con marcar o enviar un mensaje de texto a “El Chaparro”, presunto narcomenudista que une la necesidad de consumir estupefacientes con el dinero.
La droga se recoge directamente en el lugar que se pide, los números telefónicos solo los tienen “clientes frecuentes” previamente ubicados (familia y amigos también).
Robo de terrenos
La delincuencia siempre busca innovar, y en la alcaldía Tláhuac los jóvenes no son la excepción; el robo de propiedades es el común denominador.
Meter un automóvil robado a la casa para “apartarlo” o hacer creer a los demás que es de su propiedad es el primer paso. Seguido de ello, ingresan de dos a tres personas a vivir en el sitio. Si no encuentran algún contratiempo, comienzan a pagar predios para generar documentación.
Entre las voces del barrio se comenta lo que ya se sabe en el núcleo de la alcaldía, “son los del CT”: el miedo no permite a los vecinos denunciar, las ocasiones son contadas.
Si el dueño del inmueble se encuentra en el terreno, lo sacan con amenazas: les dicen que son gente del “Micky”, Miguel Pérez, hijo mayor del exlíder del cártel de Tláhuac y que se encuentra preso al igual que su hermanastro por cometer delitos como homicidio, narcotráfico y extorsión.
Apenas en agosto de 2021, 23 jóvenes amedrentaron, balearon y golpearon a propietarios de una vivienda ubicada en Tláhuac, en el pueblo de Tlaltenco, calle Cráter Eratóstenes número 32.
Esto es apenas un acto de los tantos que suceden constantemente en el barrio, como nos cuentan los vecinos.
Por gusto… ¿o por necesidad?
Los niños y niñas de Tláhuac suelen escuchar durante su infancia la leyenda de “El Ojos”. En la adolescencia comienzan a abrirse paso, esa es una de las causas por las que cada vez más personas de corta edad se unen al cártel: los señores, la “vieja escuela” se diluyen, los menores de edad, se convierten en los más indicados para trabajar en la organización.
Infantes de la colonia se enteran de que si ingresan al cártel saldrán de la pobreza y la mala vida; comienzan a ver a estas figuras como ídolos, pues al crecer con la normalización de estos eventos, se crea un sentido de pertenencia en el que aspiran convertirse en capos.
Cuando ingresan a la secundaria, preparatoria, y en el mejor de los casos universidad, las pláticas entre bebidas alcohólicas y cigarro, desembocan en un lugar común: el crimen organizado. Los curiosos preguntan cómo se puede ingresar y los “acomedidos” los contactan con alguien que se encuentra ahí.
No existe una edad específica para ingresar. Según los miembros solo basta ser leal.
“Entré más por necesidad que por gusto. En mi casa nunca había dinero, comía mal, no me podía comprar los dulces que quería, los zapatos o las playeras, siempre tuve ropa regalada. Ahora me gusta, siento que soy bueno en lo que hago, ingresé a los 18”, confesó uno de los miembros más jóvenes.
Nuevas formas de robar
Ante el debilitamiento de la organización criminal, los delincuentes han innovado sus maneras de delinquir. El robo de autopartes aumenta en las noches y la gente sabe que no pueden dejar sus automóviles porque eventualmente serán víctimas.
Los Nissan Tsuru, son de los automóviles preferidos para los delincuentes. Tomando en cuenta que la mayoría de estos coches son utilizados por taxistas, la opción de transporte seguro tampoco existe en esta zona.
Homicidios
Los “gajes del oficio” en este trabajo son muy costosos: cárcel, asesinatos de familiares o amigos y la muerte propia. En este cártel no ha sido la excepción, elementos menores de 25 años representan la mayoría de las bajas en años recientes. Un joven de alias “El Peque” fue acribillado en la demarcación, era de los principales sicarios del cártel y buscado por las autoridades por presuntos homicidios. “Polín” recibió múltiples impactos de bala el 7 de abril de 2020 en la colonia Nopalera. Se presume que fue un ajuste de cuentas; era sicario buscado por las autoridades. ¿Su edad? 25 años.
Para contrarrestar este problema, el coautor de Narcos Ciudad de México,Antonio Nieto, propuso alternativas en una charla que tuvimos con él.
–¿Qué crees que se debe hacer, tanto en familias como en el gobierno, para evitar que la juventud mexicana se una a la delincuencia?
“Se debe invertir en educación gratuita y programas sociales más eficaces. Alejar a los jóvenes de la violencia y acercarlos al deporte es un ejemplo. Por otra parte, quien está metido en la delincuencia organizada, ve complicado salir de ella y asegura que sentir miedo es inútil.”
Es ahí donde contrastan las declaraciones de alguien que ve el conflicto desde fuera, con alguien que está metido “de lleno” en el negocio de las drogas:
–¿Tienes miedo de morir o caer preso como muchos de tu edad?
“Es que tenerlo no sirve de nada, lo que va a pasar, va a pasar, con miedo o sin miedo. Lo que sí te aseguro es que siempre se debe de estar al tiro.”
–¿Saldrías de este negocio?
“De querer sí quiero, pero de poder no se puede; viviendo aquí ya todos me ubican. Lo ideal sería irme de aquí, pero aquí es mi barrio, esto es para mí y lo haré con mucho cuidado.”
Soñar es un gran mecanismo. Incluso para el entrevistado, contestar la última pregunta fue un cúmulo de emociones, sus ojos se llenaron de agua, porque es bien sabido que salir de este ambiente es prácticamente imposible.
–¿Cuál sería el motivo por el que saldrías?
“Lo único que me sacaría de esto sería que tuviera mucho dinero para ya no trabajar y volver a sentir esas necesidades que de niño pasé, o que trajera ya investigaciones, ahí sí me abriría.”
Los jóvenes en las colonias siguen creciendo, el tiempo pasa. Algunos estudian, otros se dedican a esto, dicen los viejos originarios de aquí que históricamente las personas criadas en Tláhuac son bravas.
Un barrio con olor a mofle por los camiones y heridas que aún no sanan por la caída del vagón del metro de la línea 12. Abrumado por la delincuencia de criminales con la policía de cómplice, con miedo por los constantes socavones e inundaciones. Tláhuac sigue en pie, con la esperanza de que los jóvenes le den una nueva identidad a la alcaldía, porque al final esta es la última que muere.