Por Frida García.
En el momento en el que escribo este texto es el último día de septiembre, mes donde la lucha por la despenalización del aborto toma suma importancia gracias al 28S, Día de Acción Global por un Aborto Legal y Seguro. Este será un septiembre inolvidable para todas las mujeres y personas gestantes que viven en México, pues la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) declaró inconstitucional la penalización del aborto, es decir, nadie recibirá cárcel por decidir sobre su propio cuerpo.
Este cambio aún no obliga al estado a garantizar la interrupción del embarazo de forma gratuita y segura. La noticia de primeras fue confusa, pues como público en general nos parece contradictorio que algo ilegal no reciba una sanción y aún hay muchos cabos que atar. Sin embargo, el 7 de septiembre fue un día histórico, pues este avance beneficia directamente a las mujeres encarceladas e investigadas por haber abortado, de enero a julio de este año, surgieron 432 investigaciones por aborto ilegal, según The New York Times.
Hubo mucho que celebrar el pasado martes en cada una de las marchas que sucedieron en toda la nación, pero aún queda mucho que exigir y es por eso que seguimos luchando. Aunque este septiembre inédito me llena de mucha alegría y esperanza, hay ciertas cosas que me hacen cuestionar la dirección del movimiento feminista en esta materia.
La primera fue la reacción de diversas colectivas transexcluyentes. Cuando el discurso de la SCJN incluyó a personas gestantes, volvió la conspiración del borrado de mujeres (a pesar de que sí se les mencionó, “mujeres mexicanas y las personas gestantes”). El hecho de no reconocer que los hombres trans abortan, las personas no binarias abortan, es un riesgoso limbo social en el que nadie merece estar por el simple hecho de no identificarse con el género que se le asignó al nacer. Si bien la experiencia de gestar y maternar se me fue impuesta como mujer, y eso es una opresión del sistema patriarcal, no es la única violencia que este modelo usa. Usar un violentómetro para creer que todas las mujeres somos igual de víctimas, y a su vez más víctimas que la comunidad trans no sería lo justo, sería simplemente victimizarse. Decidir gestar o abortar no me hace más ni menos mujer, maternar no es sinónimo de mujer, por ello “persona gestante” no me borra, me libera.
Incluso este recordatorio de grupos transfóbicos llegó en la marcha de Guadalajara, cuando en un Reel compartido por la fotoperiodista Andrea Murcia se puede leer “TERF, no kuirs” en una pinta en la antimonumenta. Estos mensajes no solo transgreden a la comunidad LGBTIQ+ en amenazas y exclusión de espacios feministas, también toman protagonismo en focos que no son suyos, como en una antimonumenta dedicada a las víctimas de feminicidio y sus familiares.
Otro hecho lamentable durante el pasado 28, esta vez en la Ciudad de México, fue la golpiza propiciada a un hombre en situación de calle por parte de un grupo de mujeres. Diversos testimonios de chicas que asistieron a la protesta, entre las cuales se encuentran Mujeres Incendiarias, la columnista Victoria Añorve y la conductora Julia Didriksson; incluso un video de apenas 17 segundos difundido por el periodista José Antonio García en Twitter, dan relato de este suceso.
“Hoy durante la marcha, integrantes de algunos de los muchos bloques negros le dieron un martillazo en la cabeza un hombre en situación de calle. Ya en el suelo, comenzaron a patearlo. (…) Ver a ese hombre sollozar mientras tenía convulsiones debido al golpe, es de esas cosas que no se me van a borrar de la mente. Estoy sumamente triste”, describe Victoria en su cuenta de Instagram, junto con una foto del hombre en cuestión.
“Después también me tocó ver como a un hombre en situación de calle le dieron un martillazo en la cabeza, lo cual le produjo convulsiones, escuché que algo les había dicho y creo que para ellas eso justificó su agresión. Y no, no eran infiltradas de ningún lado, estaban ahí en la marcha a un lado mío gritándole a los policías ‘policía consciente se da un tiro en la frente’, así como otras consignas transfóbicas que no voy a mencionar.” Escribió en un comunicado Mujeres Incendiarias.
Aunque no es la primera vez que vemos a mujeres apartar a hombres con violencia física de las marchas, esta destaca por su insensata crudeza. Hasta el día en el que escribo esto, no hay declaraciones o testigos que aclaren qué fue lo que dijo el hombre para desencadenar esta reacción, y me pregunto si incluso el peor insulto merecía ese uso desproporcional de la fuerza. En el video, no se ve que porte algún arma u objeto que amenace la integridad física de las aproximadamente 10 mujeres encapuchadas que lo rodean. Incluso cuando él hace uso de la fuerza es para intentar quitarle un palo con el que lo está picando una de las chicas, poco después de que otra le rociara un gas en la cara. ¿En serio podemos justificar golpear con un martillo y patadas, al grado de la convulsión, a un hombre sin hogar seguro porque supuestamente un grupo de mujeres, con objetos para golpear, lo hizo en defensa propia?
¿Recuerdan el argumento viral “les duele más las paredes rayadas y los vidrios rotos que las mujeres violentadas y asesinadas”? A nosotras como feministas, ¿glorificamos más las paredes rayadas y vidrios rotos, en lugar de visibilizar y cuestionar las pintas transfóbicas y el uso desproporcionado de la fuerza contra personas vulnerables?
Considero que es válido festejar todos los logros que nos ha dejado este mes, y no solo eso, también las protestas que implican intervenir espacios públicos y monumentos son válidas. Sentir orgullo de ser parte de este movimiento que ha crecido a una velocidad impresionante es muy bonito, es esperanzador pensar que algún día dejará de ser una marea para convertirse en un mar donde las maternidades serán deseadas. Sin embargo, no podemos seguir avanzando sin poner sobre la mesa las agresiones que cometemos a la par de las del sistema patriarcal. ¿Se parecen? Si el país y sus legislaciones están cambiando, ¿nosotras también?